Al mediodía hubo un momento muy sugerente: Whatsapp, Facebook e Instagram se cayeron sin que se sepa muy bien por qué, y en ese momento la campaña para las generales y las autonómicas valencianas se quedó como colgada en el alero. ¿Y ahora qué hacemos?, se preguntaban los mercenarios de la comunicación política que trabajan para unos y otros (sobre todo para las atribuladas y fracturadas derechas). Por fortuna ocurrieron dos cosas que lo pusieron todo en su sitio: para empezar, las redes que maneja Zuckerberg se arreglaron por sí solas o por algún tipo de milagro informático; por otro, la actualidad colocó a Cs, en Rentería, al mismo nivel que previamente habían alcanzado PP y Vox al ser objeto de sendos escraches o acosos violentos por parte de abertzales vascos o indepes catalanes.

No es de recibo

Los boicots a las convocatorias de campaña de cualquiera de las tres derechas no son admisibles. Esos escraches, o como se les quiera denominar, son perfectos exponentes de una visión de la acción política sectaria y autoritaria. Al llevarlos a cabo, los patriotas periféricos, centrífugos, interactúan con su contrafigura, los patriotas recentralizadores. Unos y otros necesitan apuntar en su casillero semejantes coreografías para demostrar a su asilvestrada clientela que son quienes dicen ser y hacen lo que prometen: montar bronca o soportarla. Heroísmo activo o pasivo. Mitología barata, si no fuese porque la violencia ni es de recibo ni puede ser controlada cuando pasa a mayores.

En esta campaña todo el mundo habla de democracia en los mítines. Pero luego, en esas redes que ayer se cayeron durante dos o tres horas, los mensajes no son muy democráticos que digamos. El truco consiste en proclamar que los nacionalistas «malos» son los otros. O, como hizo ayer Cayetana Álvarez de Toledo interpretando su papel de mártir, en echarle las culpas al verdadero enemigo (sí, enemigo, que lo de adversario resulta ya muy acomplejado), a Sánchez. Casi simultáneamente lo explicaba muy bien Abascal: «La derechita cobarde es... un problemita. El problema de verdad, el problemón, es el PSOE».

Nacionalismos diversos

España es un país entrecruzado de patriotismos que no deberían excluirse entre sí, pero llevan décadas y aun siglos enfrentados. De ahí que el PP quede en evidencia (sobre todo ante las otras dos derechas) cuando ejerce su peculiar galleguismo. Ayer, Feijóo recibió a Casado en la consabida romería rural cerca de Santiago de Compostela. Allí, el jefe del PP se cuidó muy mucho de pasarse de acelerón centralista. Por si acaso no le entendía bien la concurrencia.

El márketing electoral se revuelve sobre sí mismo porque aspira a proponer argumentos sencillos, expresionistas e inequívocos, aunque luego debe surfear las sutilezas de una realidad compleja y contradictoria. En Galicia, por ejemplo, la vieja red conservadora (canovista, franquista y fraguista) le puede garantizar al PP que allí no entrará Vox a rebuscar votos sueltos. Pero lo de recentralizar... cuéntaselo a otros.

Sánchez y el PSOE, por su parte, seguían en su campaña discreta y perfilada. Era 14 de Abril, el aniversario de la República. Y los socialistas sobrevolaron la efeméride sin prestar atención. Unidas Podemos, sin embargo, se presentó en Eibar, la ciudad que primero rechazó la monarquía en 1931. Sobre una marejada tricolor, Iglesias hizo profesión de fe republicana y plurinacional.

Debió ser lo suyo justo cuando se colapsaron las redes y dejó de correr de móvil a móvil una vibrante interpretación del republicano Himno de Riego. La versión cantada estaba dejando patidifuso al personal rojeras. No solo por la alusión de la letra a «los hijos del Cid», sino por su combativo e inesperado estribillo: «¡Soldados, la patria nos llama a la lid! Sepamos, por ella, vencer o morir».

La patria, sí. Que tiene tan variadas versiones.