A solo 15 días de la proclamación del candidato de Izquierda Unida (IU) a las elecciones generales, la coalición que lidera Gaspar Llamazares atraviesa uno de los momentos más difíciles de su accidentada historia. El acoso del ala dura del Partido Comunista --formación mayoritaria dentro de IU-- contra el coordinador general ha alcanzado tal intensidad que muchos militantes temen por el futuro de la coalición. Llamazares ha avanzado que repetirá como candidato. Sus contrincantes aún no han desvelado su carta. La suerte se sellará el 6 de octubre, cuando los cerca de 200 integrantes del consejo político federal decidan si otorgan una nueva oportunidad de Llamazares o si apuestan por otra cara.

La hipótesis más probable es la primera. Aunque Llamazares cuenta con escaso apoyo dentro el PCE, sus respaldos podrían superar en estos momentos el 55% del consejo político federal, según diversas fuentes consultadas. La gran prueba será en marzo, cuando se recuenten los votos de las generales y se sepa cómo ha ido a IU.

Las expectativas no son nada halagüeñas. Tras el éxito de 1996, cuando superó el 10% de los votos y consiguió 21 escaños en el Congreso de los Diputados, IU ha sufrido un declive progresivo hasta quedar con sus actuales cinco diputados.

Los detractores de Llamazares --capitaneados por el presidente y el secretario general del PCE-- achacan al actual líder de IU el estado de postración de la coalición. Lo acusan de entregarse en brazos del PSOE en lugar de construir una alternativa claramente diferenciada a la izquierda de los socialistas. El propio Llamazares ha replicado a esas críticas con el argumento de que su objetivo es mantener una actitud "crítica" hacia el Gobierno socialista, pero al mismo tiempo "constructiva" con el fin de garantizar la adopción de políticas sociales y poder garantizar cierta influencia a IU en el escenario político.