Todos los pecados tienen su origen en el complejo de inferioridad, que otras veces se llama ambición", dijo Cesare Pavese. La guerra a tumba abierta entre el presidente de Telefónica, César Alierta, y el director de El Mundo , Pedro J. Ramírez, es la historia de una ambición: la de conseguir el control de Admira, el grupo de medios de Telefónica que integran Antena 3 Televisión, la cadena de radio Onda Cero y la TV de pago Vía Digital, cuya fusión con Canal Satélite aprobó el viernes el Gobierno.

Cuando en el verano del 2000 César Alierta aterrizó en la presidencia de Telefónica, tras la tormentosa salida de su antecesor, Juan Villalonga, no imaginaba que los peores quebraderos de cabeza al frente de la primera multinacional española no se los iban a dar la expansión en Latinoamérica o las licencias de tercera generación de móviles (UMTS), sino un grupo de periodistas y ejecutivos que, amparados unas veces en el paraguas de la Moncloa y en Aznar, y otras en el PP y sus barones, consideraban como parcelas propias Antena 3 TV, Onda Cero y Vía Digital, los medios comprados con el dinero de Telefónica.

COMPAÑEROS DE PUPITRE

El dinero era lo de menos, Telefónica pagaba. Era el caramelo envenenado de la era Villalonga , aquel presidente que llegó al cargo por ser compañero de pupitre e íntimo amigo de Aznar.

Durante un año entero, Alierta no movió pieza y se limitó a escuchar, sin mover un músculo, las razones y sinrazones de algún ministro, de miembros del PP y de periodistas sobre cómo y qué había que hacer con esos medios. El más impaciente con ese hermetismo era el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, líder del grupo de periodistas que se consideraban con derechos adquiridos sobre Telefónica Media, hoy Admira. Ramírez "está convencido de que Alierta le debe la presidencia de Telefónica, como Aznar la presidencia del Gobierno. Lo quería todo, incluida Antena 3 TV. Ante lo imposible, pidió Onda Cero", explica un ejecutivo de Telefónica.

Pedro J. estuvo a punto de lograr que Juan José Nieto, presidente de Telefónica Media, le vendiera la radio. Alierta no aceptó la operación. El otoño del 2001 fue un continuo tira y afloja, hasta que el director de El Mundo comprendió que también podía perder Onda Cero.

EXPEDIENTE CONTRA ALIERTA

El 9 de enero del 2002, El Mundo desempolvó un expediente por supuesta información privilegiada contra Alierta, que cuatro años antes fue archivado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) por falta de pruebas. "Un sobrino de Alierta ganó 309 millones en 6 meses con acciones de Tabacalera cuando su tío la presidía", tituló el diario en portada.

A partir de ese 9 de enero, los acontecimientos se precipitaron. Alierta despidió al presidente de Admira, Juan José Nieto, que fue sustituido por Luis Abril. Este había llegado a Telefónica en septiembre del 2001. Además de Abril, en la cúpula de Admira estaban Luis Blasco, íntimo de Alierta, y Juan Kindelán, consejero y miembro de la comisión permanente.

Pese a algún intento de Abril por firmar la paz con Pedro J., las cosas no funcionaron. El director de El Mundo frenó los ataques contra Alierta "a sugerencia de la Moncloa", según fuentes del Gobierno. Pero este paréntesis no fue aprovechado en Admira. La filial de medios de Telefónica siempre tuvo una gestión complicada por las dificultades de compaginar los intereses de Telefónica --que quería dejar de perder dinero-- y los de los periodistas y gestores que colocaban el Gobierno y el PP para no perder el control ideológico del grupo mediático.

En el caso de Abril, tras varios intentos anunciados de cambiar la gestión de Admira e imponer criterios empresariales, los que le acompañaron --Juan Kindelán y José María García Hoz-- duraron escasos meses en sus cargos. El mismo Luis Abril tuvo que olvidarse de sus pretensiones, metido como estaba en otra tarea casi imposible: la fusión de las televisiones de pago, Vía Digital (Telefónica) y Canal Satélite Digital (Prisa). Los números cantaban. Las pérdidas de Admira, 347,3 millones de euros (57.785 millones de pesetas) en el 2001 iban camino de incrementarse este año, y de esa cifra, el mayor agujero era el de Vía Digital, con 267,7 millones de euros (44.451 millones de pesetas).

En primavera, Alierta hizo llegar al vicepresidente del Gobierno Rodrigo Rato que la situación en Latinoamérica y el retraso en las licencias de telefonía de tercera generación llevarían los resultados de Telefónica al desastre si no se encontraba una salida para Vía Digital. Rato fue el encargado de explicar la situación a Aznar: o la fusión con Canal Satélite o una situación insostenible para la primera empresa española, con repercusiones en Europa y Latinoamérica.

EL ´SI´ DE AZNAR

Nunca ha dado Aznar un plácet con tan pocas ganas, pero aceptó la fusión, que fue anunciada en mayo. El pacto Alierta-Polanco reavivó las iras de Pedro J. y de una parte del Gobierno, con el ministro Francisco Alvarez-Cascos a la cabeza.

Abril fue sustituido en Admira por Pedro Antonio Martín Marín, exsecretario de Estado portavoz del Gobierno, que llegó al cargo de la mano de Javier Arenas, secretario general del PP, y, según dice el propio Marín en charlas con sus íntimos, "con el respaldo de Aznar". El nombramiento de Martín Marín reforzó a Ernesto Sáenz de Buruaga en A3 y trajo consigo el aterrizaje de Javier González Ferrari, exdirector general de RTVE, a Onda Cero.

Estos movimientos no mejoraron las relaciones con Pedro J. El director de El Mundo tuvo claro a principios de verano que había perdido una parte del favor de Aznar. Sáenz de Buruaga, desde Antena 3, y Luis María Anson, desde el diario La Razón, le hacían sombra como periodistas favoritos de la Moncloa y del PP. Aun así, y pese a los velados mensajes a través de los columnistas de El Mundo que mantenían viva la llama contra César Alierta, Pedro J. esperó hasta cobrar por Onda Cero. Sabía ya que el presidente de Telefónica no le iba a dar tregua en la cadena de radio. De hecho, Alierta decidió que Antena 3 Televisión comprase Onda Cero, en una operación que provocó otra crisis dentro de la misma emisora.

Pero Ramírez logró que en pleno verano Onda Cero le pagase más de 7,2 millones de euros (unos 1.200 millones de pesetas) por la media docena de concesiones de radio que en su día le dio el Gobierno. Durante estos meses, otros acontecimientos, como el caso Gescartera , con daños colaterales contra Alierta por estar implicado Antonio Alonso Ureba, secretario del consejo de Telefónica, y el caso BBV , además de la crisis de la sucesión de Aznar, "le tuvieron entretenido", explica un periodista de su medio. Entretanto, desde hacía tiempo Pedro J. y su equipo directivo habían afianzado una buena relación con el fiscal anticorrupción, Carlos Jiménez Villarejo.

Villarejo, que según sus colegas aún no ha superado la faena del Gobierno de ser jubilado por el nuevo Estatuto Fiscal, está dispuesto a cerrar su carrera con unos cuantos minutos de gloria. "Entre esos minutos está el tocar la cara a los bandidos de cuello blanco de este país", dice un excolaborador del fiscal.

Las relaciones Villarejo-Pedro J. dieron y dan quebraderos de cabeza al Gobierno y a la justicia. El 15 de enero, una semana después de que El Mundo desempolvara el caso del sobrino de Alierta, la Fiscalía Anticorrupción abrió diligencias sobre el presidente de Telefónica. Durante once meses --lo habitual son seis--, Anticorrupción trabajó en el expediente.

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