Pedro Sánchez era hace dos años y medio un líder desahuciado. El PSOE había forzado su dimisión tras haber socavado en dos ocasiones el suelo electoral del partido, primero con 90 diputados y después con 84. Salvo por un puñado de incondicionales, el consenso entre los socialistas era que su carrera había acabado. Sánchez, sin embargo, se lamió sus heridas. Convertido en un dirigente muy distinto al anterior, con un discurso mucho más de izquierdas, crítico con las élites, arrasó en las primarias frente a Susana Díaz y Patxi López.

Un año más tarde de su reelección como secretario general, Sánchez volvía a estar en horas bajas: había pactado el 155 con Mariano Rajoy, pero tenía problemas para que sus propuestas trascendiesen. Ocupaba el tercer lugar en muchas encuestas, tras el PP y Cs. Pero entonces llegó la sentencia de la 'Gürtel', que concluye que los populares formaron parte de un "auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional", y Sánchez, otra vez contra pronóstico, presentó una moción de censura y llegó a la Moncloa. De entenderse con Rajoy frente al independentismo pasó a ser apoyado por el independentismo frente al PP.

La maniobra era arriesgada, como gran parte de las iniciativas de Sánchez ("suele jugar a todo o nada", señala un dirigente que lo conoce desde hace un par de décadas), pero devolvió al PSOE al primer lugar gracias a un ambicioso paquete de medidas sociales (subida del salario mínimo, ampliación del permiso de paternidad y vuelta al carácter universal de la sanidad, por ejemplo) basadas en el entendimiento con Podemos.

UNA EXPOSICIÓN LIMITADA

Con esos mimbres, Sánchez, nacido en Madrid en 1972, de madre abogada y padre economista, cosechó este domingo su primera victoria electoral, volviendo a colocar al PSOE como el partido hegemónico en la izquierda y situándose a las puertas de su reelección como jefe del Ejecutivo. Su campaña, a diferencia de toda su trayectoria, ha sido muy conservadora. Iba primero y no quería exponerse, así que los mensajes se han reducido al miedo a la ultraderecha, el lucimiento de su acción de gobierno y las llamadas al voto útil.

Cómo será este nuevo Sánchez, ahora que ha ganado de forma incontestable los comicios, que no tiene rival ni a su izquierda ni a su derecha y ha diseñado un partido a su medida, tanto en la ejecutiva como en el comité federal y los grupos parlamentarios del Congreso y el Senado? "Él es ahora una suma de todo lo anterior explica un dirigente cercano al líder socialista-. Ha aprendido a relativizar, a aguantar la presión y a saber identificar los problemas, sin perder el tiempo en lo que no es importante. Y es tremendamente exigente".

Ahora se dispone a abrir un nuevo capítulo en su hasta ahora imprevisible trayectoria política: negociar su investidura, algo para lo que dependerá, una vez más, de su capacidad para llegar a acuerdos con otros grupos. Quizá la nueva etapa sea más tranquila que las anteriores, porque a Sánchez, en el PSOE y en el Gobierno, siempre le ha acompañado un aire de cierta provisionalidad. Pero nunca se sabe.