Abbas Ibn Firnas es considerado el primer paracaidista de la historia. Vivió en Al Ándalus. Nació en Ronda, Málaga, en el 810 y murió en Córdoba en el 887. En esta segunda localidad, en el 852, se tiró desde una torre con una gran lona que atenuó su caída. Sufrió heridas leves. Precursor de la aeronáutica, con su nombre han sido bautizados un cráter de la Luna, un aeropuerto en Irak y un puente en Córdoba.

El último paracaidista es Manuel Valls Galfetti, nacido en Barcelona en 1962 de forma relativamente accidental: sus padres, el pintor Xavier Valls, catalán emigrado a Francia, y su madre, suiza, residentes en el país vecino, decidieron trasladarse a la capital catalana para que el feliz alumbramiento tuviera lugar en ella. Ahora, Valls sopesa aceptar la oferta de Albert Rivera de convertirse en candidato a la alcaldía y disputársela en mayo del 2019 con Ada Colau y Alfred Bosch, por citar a los que parten con mayoría, si bien más o menos exigua e imprecisa, en las quinielas sobre unas elecciones municipales que se presentan más reñidas que nunca.

Este último pronóstico, el de que el resultado podría dejar a varios partidos con prácticamente los mismos concejales, contribuye a que en Ciutadans se haya impuesto una convicción: si Valls logra quedar en primer lugar en número de ediles, gobernará Barcelona. Es lo que le pasó a Ada Colau al lograr sus 11 representantes, argumentan voces del partido de Rivera. Sin embargo, Colau no solo gobernó por ser la más votada: la imposibilidad aritmético-ideológica de una suma entre sus rivales evitó otro escenario. Igual la próxima vez hay una mayoría alternativa al ganador.

Hay quien dice que un elemento no acaba de convencer a Valls: el de ser candidato solo de Ciutadans. Según esta versión, el exprimer ministro francés preferiría ser el alcaldable de una plataforma que agrupe a los defensores del constitucionalismo en Cataluña, Ciutadans, el PP y el PSC, con quienes tan cómodo se ha sentido en diferentes actos.

Un miembro de Cs da por hecho que si Valls queda en cabeza, el PSC y el PP no podrán negarse a darle a su apoyo. Un miembro que, con cierta maldad, apostilla que para ello es necesario que los populares no se queden fuera del consistorio por no alcanzar el 5% de los votos (en el 2015 obtuvieron un 8,7%).

Lógica local

Todos estos preparativos corren el riesgo de chocar con la realidad, por lo menos la conocida: hasta ahora siempre en las municipales el voto ha estado marcado por la lógica de la política local. No del todo, es cierto: cómo si no hubiera entrado Cs en el consistorio en el 2015 por primera vez con cinco concejales. Pero nunca hasta ahora el pulso político entre independentismo y constitucionalismo decidió la alcaldía de Barcelona.