Pese a algunos desencuentros esporádicos, el PNV es el aliado parlamentario más fiel que ha encontrado el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Pero el protagonismo que el partido de Iñigo Urkullu logra con su apoyo al Ejecutivo inquieta a los socialistas vascos, que temen que los nacionalistas socaven el ya de por sí escaso entusiasmo popular que despiertan el lendakari, Patxi López, y su equipo. De ahí el esfuerzo del PSE por hacerse notar en las negociaciones para los presupuestos generales del 2011 y tratar de contrarrestar la percepción de que son los peneuvistas quienes logran avances en el autogobierno de Euskadi. En plena crisis económica, Zapatero tiene que hacer equilibrios para aprobar las cuentas y al mismo tiempo contentar a los socialistas vascos, quienes, según fuentes del Ejecutivo, "están siendo informados al milímetro" del desarrollo de la negociación.

El probable pacto con el PNV no es una novedad. Los nacionalistas vascos han apoyado los seis presupuestos generales de los gobiernos de Zapatero. No es, por tanto, sorprendente que también estén dispuestos a respaldar los presupuestos para el 2011. En esta ocasión lo hacen además porque quieren evitar unas elecciones anticipadas que podrían paralizar la aplicación de las medidas anticrisis y darle al PP una victoria por mayoría absoluta, algo que no les interesa.

BLINDAJE Además, el PNV sabe que pactando con el Gobierno refuerza su papel en la política española y vasca. De hecho, la estrategia marcada por Urkullu tras perder el poder en Euskadi pasa por impulsar su capacidad de decisión en España y mantener la presencia mediática y política --maltrecha tras la salida del palacio de Ajuria Enea-- y, a la vez, presentarse ante la sociedad vasca como el partido que se preocupa por los intereses de Euskadi vendiendo como grandes logros las contrapartidas que obtiene por su apoyo al Gobierno. Ya el año pasado, con Patxi López estrenándose como lendakari, el PNV consiguió el blindaje del concierto vasco por su voto a los presupuestos generales.

Ha sido, sin embargo, en las últimas semanas cuando la disposición de los nacionalistas vascos a ayudar a Zapatero a aprobar las cuentas y garantizar la legislatura ha generado polémica. En parte porque el PP interpreta el voto a los presupuestos como un salvavidas al presidente y en parte porque a los socialistas vascos les molesta que algunas transferencias que ya están negociadas, como la de las políticas activas de empleo, aparezcan como logros del PNV. Pero Zapatero corteja desde hace meses al PNV porque su prioridad es aprobar las cuentas del Estado para evitar una imagen de debilidad parlamentaria que podría azuzar los ataques de los mercados a la economía española.

De hecho, así lo ha expresado en varias ocasiones en este inicio de curso y en su viaje oficial a China y Japón. Tanto es así que, en vista de la agonía con que se vivió en mayo la aprobación del tijeretazo --cuyo rechazo habría puesto a la economía española al borde del precipicio-- lo que busca ahora Zapatero es un acuerdo estable con los nacionalistas vascos para tener garantizada la aprobación del resto de las medidas anticrisis y reformas estructurales que proyecta.

NEGATIVA CATALANA "No podemos pasar otro año viviendo cada votación con tanta incertidumbre", señalan a diputados socialistas, que confían en que el pacto con el PNV llegue a buen puerto. La apuesta por el partido de Iñigo Urkullu está condicionada también por la negativa de CiU, inmersa en la precampaña catalana, a apoyar a Zapatero. Tradicionalmente socialistas y nacionalistas vascos se han apoyado los presupuestos, incluso en épocas de mayor tensión con Juan José Ibarretxe.

También ahora se espera que el apoyo a los presupuestos sea mutuo, porque el PNV necesita contar con el voto del PSE para sacar adelante las cuentas de las tres diputaciones forales en las que gobierna. De hecho, además de las políticas activas de empleo y de las bonificaciones a la contratación que pretende que se transfieran ya a Euskadi, Urkullu tratará de lograr del pacto con Zapatero el compromiso de que, tras las elecciones locales de mayo, no se trasladará a las diputaciones y a los ayuntamientos el pacto con el PP que permite gobernar a los socialistas en Euskadi. En caso contrario, el PNV podría perder la diputación de Alava y ayuntamientos importantes.