Si José Luis Rodríguez Zapatero actúa con rapidez e inteligencia y se aferra a la victoria de Tomás Gómez como un triunfo de la democracia que él mismo ha impulsado en el PSOE, podría amortiguar con el tiempo el efecto negativo que ha tenido sobre su liderazgo la derrota de su candidata, Trinidad Jiménez, en las primarias de Madrid. Eso es lo que sostienen destacados dirigentes del partido, que agregan que, aunque la imagen del presidente ha salido tocada, el hecho de que Zapatero tenga que trabajar codo con codo con Gómez para intentar arrebatarle a Esperanza Aguirre la presidencia de Madrid permitirá reforzar la sensación de que el líder del PSM es su candidato. Hay quien dice que eso se empezará a visualizar en unos pocos días. Quizá este mismo fin de semana.

No lo tendrá tan fácil el ministro de Fomento, José Blanco, a quien todo el mundo atribuye la autoría intelectual de la operación Trini y cuya autoridad como número dos del PSOE ha quedado maltrecha en estas primarias. "Ha sido una operación suicida para Pepe", dicen algunos. Es cierto que quien da el último paso hacia las primarias, ante la rebeldía de Gómez, es Zapatero, pero los dirigentes socialistas creen que lo hizo porque Blanco le convenció de que el triunfo de la ministra "era pan comido".

De hecho, algunos de los notables que se alinearon con Gómez lo hicieron, entre otras razones, por una rivalidad con Blanco que, aún latente, va en aumento. Entre ellos, algunos miembros de la ejecutiva federal del PSOE, como José Andrés Torres Mora, u otros que lo han hecho más discretamente, como Juan Fernando López Aguilar, Jesús Caldera y la propia secretaria de organización, Leire Pajín, que siempre apoyó al secretario general madrileño, aunque ha mantenido una irreprochable neutralidad en el proceso de primarias.

Mano derecha

La ejecutiva federal es el primer lugar en el que levanta ampollas el poder de Blanco, una fuerza nacida de ser la mano derecha de Zapatero desde el mismo momento en que el diputado de León accedió a la secretaría general de un PSOE hundido, roto y deprimido, y que se acrecentó cuando Zapatero fue a la Moncloa y él se quedó al cuidado del partido.

Como ocurriera hace 25 años con Alfonso Guerra, a Blanco le atribuyen tanta influencia sobre Zapatero que algunos creen que él es quien le convence para poner o quitar ministros. Pero lo que más suspicacias despierta es el convencimiento de que Blanco está en el secreto de la sucesión y se atribuyen algunos de sus movimientos a un intento de controlar la designación del nuevo candidato, en el caso de que Zapatero no repita. Y ahí sí que muchos no están dispuestos a dejarle las manos libres.