Ahora, esta es la prioridad. Nos jugamos mucho y hemos de convencer a los españoles de la amenaza". La frase, de un diputado del PP, justifica la decisión de su partido de relegar la teoría de la conspiración urdida en torno al 11-M para centrarse en el ataque al proceso de paz para Euskadi que promueve Zapatero. La virulencia de los ataques preocupa al Gobierno, que ve cómo se ha pasado de la crítica severa a rozar la imputación de delitos, como acusar a Zapatero de connivencia con ETA.

El entusiasmo con el que el PP ha desplegado esta estrategia se constató el miércoles en el Congreso y en el Senado. Mariano Rajoy acusó al jefe del Gobierno de "rendirse" ante ETA. Pío García Escudero se ensañó y dijo que se habían "consentido" contactos con la banda mientras esta asesinaba al socialista Joseba Pagazaurtundua. Lo que García Escudero reconoció como una "frase dura pero necesaria" fue calificada de "vileza" y de "infamia" por Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro del Interior. Rubalcaba dice que el PP ha cambiado de táctica al comprobar que "el dislate del 11-M ya no les rinde".

DEBILITAR LA POSICION El Gobierno ha discutido cómo afrontar este giro porque teme que debilite su posición en el proceso. Las continuas dudas que siembra el PP pueden transmitir que Zapatero no negocia en nombre de los españoles, sino solo en el de sus votantes. De esa preocupación da muestras la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, que ha pedido a Angel Acebes "decencia democrática", tras insistir en que ella trabaja "para todos los españoles".

El número dos del PP ya lo avisó cuando prometió hacer del debate sobre ETA algo permanente. Hacía semanas que en las sesiones de control en el hemiciclo no se oía hablar de "zonas oscuras", "conspiraciones" o de la distinción entre "autores materiales e intelectuales" del atentado islamista. La versión oficial del PP es que preguntarán por el 11-M "cuando haya algo nuevo". Hasta hace poco solo Josep Piqué, Alberto Ruiz-Gallardón y Jaume Matas defendían que la masacre no debía ser eje central del discurso del PP.

LOS POPULARES, SATISFECHOS Lo que intranquiliza al Ejecutivo sirve de bálsamo para los populares, convencidos de que esta batalla es "más fácil de entender" para sus votantes. "Estaban algo desorientados por las diferentes sensibilidades" percibidas en torno a la masacre, admiten. El giro también agrada a los que veían el empeño de Zaplana como una táctica peligrosa que daba la sensación de quemar el último cartucho. Y ver que tampoco provoca división entre los medios de la derecha --como las especulaciones sobre el 11-M--, hace que en el PP respire hondo.