Los diputados del Partido Popular se preparan para una legislatura árida en el Congreso. Fuentes de la dirección del partido dan por seguro que Pedro Sánchez logrará finalmente la investidura gracias a Podemos, ERC y los grupos minoritarios, aunque la oposición fácil que podrían tener con los «radicales», como dice Pablo Casado, en la Moncloa, se hace cuesta arriba al ver que deberán dedicarse también a hacer oposición a Vox.

Varios parlamentarios consultados señalan que temen el día a día en el hemiciclo. Por los anticapitalistas de la CUP, apuntan, pero sobre todo por la formación de Santiago Abascal. El peso ganado por los ultras, que han llegado hasta los 52 escaños, se traducirá en mayor visibilidad en las sesiones de control, donde cada miércoles habrá un cara a cara entre su líder y el presidente del Gobierno, en los que podrá introducir debates en el Congreso que reflejen su agenda a la contra: contra la inmigración, contra el feminismo, contra las políticas compartidas de la Unión Europea, contra el Estado de las Autonomías.

Ante un Vox con esa tribuna privilegiada, como tercera fuerza, en el PP ya hay varios dirigentes que piden continencia para no dejarse arrastrar por esos «falsos debates», se atreve a decir un diputado, y contrarrestarlos con argumentos y con «el discurso de siempre» de los populares. «Habrá que hablar del mundo rural que Vox dice defender y subrayar que no se puede estar solo en la Unión Europea para las cosas buenas, como las subvenciones para la agricultura, y evitar las malas, como ceder soberanía en política exterior, que es lo que no quiere Abascal», afirma un parlamentario de la España vaciada.

En las reuniones de Génova que se han celebrado esta semana para abordar la nueva estrategia también se ha manifestado la necesidad de desmontar el dilema «pensiones o autonomías» que soltó Abascal en el debate por «populista» y «falso». El problema de las pensiones es uno de los retos del Gobierno de Emmanuel Macron en estos momentos, pese al centralismo francés.

LA RECTIFICACIÓN DEL VIERNES / En el comité ejecutivo nacional del martes, Casado pudo escuchar cómo varios barones, entre ellos Alfonso Fernández Mañueco (presidente de la Junta de Castilla y León), Juan Manuel Moreno (Andalucía) y Alberto Núñez Feijóo (Galicia), celebraron el progreso en las generales (han pasado de 66 a 89 escaños) y lo relacionaron con la moderación del discurso de Casado tras su fracasado viraje a la derecha hasta mayo. El centro, con Ciudadanos desmoronado, está libre y quieren ocuparlo antes de que el sucesor de Albert Rivera plante batalla.

El presidente del PP escuchó a esos barones cuando le reclamaban templanza en primavera aunque ahora parece que prefiere obviar sus consejos para negociar una posible abstención ante Sánchez. Los mensajes, especialmente de Feijóo, sobre la necesidad de tender la mano para evitar un pacto con Podemos y los soberanistas no han calado en la dirección, que, por boca del propio secretario general, Teodoro García Egea, pidió la cabeza de Sánchez la misma noche electoral. El PP se ha salido de la ecuación a iniciativa propia y no por rechazo del PSOE, facilitando el argumento del jefe del Ejecutivo de que no cabe otra opción que contar con ERC.

En todo caso, algunos de los conservadores consultados creen que, tarde o temprano, cuando el Gobierno de izquierdas eche a andar, el PSOE les buscará para aprobar iniciativas que por «sentido de Estado» estarán obligados a apoyar si el líder socialista no lo logra con sus numerosos socios. Citan en concreto medidas en materia de política exterior y de defensa.

El Partido Popular avisó ayer de que Pedro Sánchez ya esta «cortejando» a ERC y otras fuerzas separatistas para su investidura. El vicesecretario de Comunicación del partido, Pablo Montesinos, alertó de que el PSOE quiere incluir a los separatistas en el acuerdo que ya tiene firmado con Podemos.