P edro Sánchez y Pablo Casado llevan sin reunirse desde la otra vida. La última vez que se vieron las caras a solas fue el 17 de febrero. En este medio año, el mundo ha cambiado por el azote del covid-19, que ha provocado casi 30.000 muertos en España y una grave crisis económica y social, pero la relación política entre ellos sigue desarrollándose en un clima de desconfianza que la pandemia no ha cambiado.

El jefe del Ejecutivo llegará a la cita de este miércoles después de haberse reunido, mañana, con empresarios y representantes de la sociedad civil para tratar de presionar al PP, que se niega a negociar los Presupuestos Generales del Estado del 2021, y abordar la renovación de los órganos constitucionales pendientes (entre otros, el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional y RTVE). La razón principal, afirman en la dirección del partido, es que no se fían de Podemos, socio de Gobierno del PSOE. «¿Adónde vamos a ir con un partido populista que critica a la justicia cuando les investiga a ellos y carga contra la Monarquía? Es imposible cualquier entendimiento con ellos», asegura un vicesecretario del PP.

El presidente ha querido premiar esa disposición y la recibirá también el miércoles, horas después que a Casado. Sánchez trata de aprovechar esa posición antagónica entre el PP y Cs para subrayar la falta de sentido de Estado que achaca a Casado y, de paso, intentar demostrar que su voluntad es la de hacer unos Presupuestos contando con el mayor número de fuerzas posibles, a izquierdas y derechas. Y todo eso pese a que a Podemos le está recordando, desde julio, que quiere que esas cuentas se elaboren con los socios de investidura, entre ellos ERC, y no con el respaldo de los liberales de Cs.

En la Moncloa, sin embargo, no creen que el apoyo de los republicanos sea fácil de obtener teniendo en cuenta que están pendientes de sus elecciones en Cataluña, aún sin fecha, y viven en permanente competición con Junts per Catalunya para no aparecer como supuestos traidores ante el electorado independentista.

La idea del Gobierno es presentar el proyecto de Presupuestos a principios de octubre, como tarde, para mandarlos ese mismo mes a Bruselas junto con el obligado plan de inversión y reformas. Las cuentas (que sustituirán a las vigentes de Cristóbal Montoro del 2018) verán aumentado el techo de gasto de una manera significativa gracias a los fondos europeos para el covid. Según el Ministerio de Hacienda, la inyección puede estar por encima de los 20.000 millones, de manera que en los Presupuestos se deberá concretar adónde va el dinero europeo.

En el PP consideran que sus «postulados económicos son incompatibles con los de Podemos» y se quejan de que, pese al calendario, Hacienda no les ha enviado «ni un solo papel». Según fuentes de la dirección, Casado no se cree la invitación a pactar los Presupuestos que hacen miembros socialistas del Gobierno, porque «a la mínima acaba pactando con Bildu», en referencia al respaldo que la formación dio a la quinta prórroga del estado de alarma, cuando Sánchez no tenía atada su aprobación por la negativa de ERC y PP.

Respecto a la renovación de los órganos constitucionales (para el CGPJ y el TC, el concurso del PP es ineludible), el conservador también se escuda en Podemos y sus «ataques a las instituciones, la justicia y al Rey» para no «acordar nada» con el Gobierno. En Génova se alegran de que, aunque «tarde», Sánchez vuelva «a la normalidad institucional» y quiera «hablar» con Casado «más de 100 días después» de su última conversación telefónica, el 4 de mayo. Para ser exactos, 121 días; una muestra de la tensión política que vive España pese a la pandemia. H