Francisco Camps entró el pasado domingo en el exclusivo club de los adultos que ven cumplidos sus sueños adolescentes. No está nada mal. Un Ferrari, un circuito y jaleo en las gradas. El problema es que, el día que cumplió su fantasía, el líder de su partido, Mariano Rajoy, se había imbuido de espíritu "regeneracionista" e inauguraba "el principio del cambio en España" en la convención celebrada en Barcelona. Las opiniones sobre la inoportunidad de esa fotografía forzaron ayer a los dirigentes del Partido Popular (PP) a consensuar un argumento para justificarla: el empujón económico que la imagen de Camps en el circuito de Cheste da a Valencia.

Como ocurrió durante los días más intensos del caso Gürtel , el presidente valenciano no dijo ayer ni mu, y dejó en manos de su copiloto a bordo del Ferrari, la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, la defensa de su participación en el acto en el circuito Ricardo Tormo de Cheste. "Me lo pasé bomba", afirmó la dirigente conservadora, ilusionada por el momento vivido con los pilotos Fernando Alonso y Felipe Massa y Di Montezemolo en el asiento de atrás. Barberá dijo que los "magnates" Emilio Botín, presidente del Banco Santander, y Luca Di Montezemolo, de Ferrari, se merecían "la mayor acogida".

ATENDERLOS CON "CORTESIA" "Promueven la riqueza allá donde van y se asientan", declaró Barberá. "Para eso hay que atenderlos con cortesía, con hospitalidad y hablar de futuro", añadió. La alcaldesa de Valencia aseguró que de esas conversaciones entre los "magnates" y Camps ya salieron "tres o cuatro iniciativas" relacionadas con el turismo y el deporte, aunque no quiso dar detalles. Sí que ofreció cifras de lo que ha supuesto para Valencia el deporte y la "política de grandes eventos" en la última década: 275.000 empleos, 60 millones de visitantes y casi 9.000 millones de euros de impacto.

El mismo argumento económico blandió la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, que insistió en que Camps había advertido hacía tiempo a la dirección del partido de la coincidencia de la convención nacional del Partido Popular con el acto de Ferrari.

Tampoco apareció molesto, al menos públicamente, Mariano Rajoy. "A mí, sinceramente, no me parece mal (...) Creo que tanto al Rey como a Jordi Pujol los he visto en situaciones similares y no pasa nada. Personalidades muy importantes de la vida política española se han hecho fotografías similares", añadió Rajoy, que, además de la ausencia de Camps, también tuvo que echar de menos a la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, cuando el domingo pronunciaba su discurso de clausura.

POCO OPORTUNA También salió en defensa de Camps el vicesecretario de política regional y municipal del PP, Javier Arenas, que aseguró que el dirigente valenciano no presenció el discurso de Rajoy en Barcelona porque "estuvo donde tenía que estar". Arenas insistió en que Camps hizo el domingo algo "muy importante" para Valencia, como es "la promoción de la comunidad autónoma y de España". El PSOE aprovechó la imagen de Camps en el circuito de carreras para pedir a los dirigentes políticos una imagen "mucho más austera, más comedida" en estos tiempos de crisis, "más pegada a la realidad de lo que los ciudadanos sienten y piensan". "Es bastante inoportuna", opinó la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, dado que, recordó, el presidente de la Generalitat Valenciana tiene que responder a "querellas y acusaciones".

Los comentarios de Jiménez no le sentaron nada bien a Barberá, que le replicó a la ministra "que se meta en lo suyo, que tiene la gripe A ahí".