Hace ahora un año, Susana Díaz respondía a Pedro Sánchez en el debate de las primarias para liderar el PSOE: "No mientas, cariño". Mientras, en el PP se frotaban las manos y repetían ante la prensa que su principal rival político estaba "roto". Cuando eran Pablo Iglesias e Íñigo Errejón los que se lanzaban reproches públicos antes del congreso de Podemos, los populares se referían a ellos como "los Pimpinela de Vistalegre". Ahora que es la sucesión en el PP la que está en juego, en el partido tratan de evitar que la lucha interna los exhiba ante sus rivales abiertos en canal.

En plena campaña para elegir al líder del partido, la idea de celebrar un debate entre los precandidatos asusta a unos y motiva a otros, sobre todo ante la posibilidad de que la batalla dialéctica muestre demasiado la mala sintonía que existe entre algunos, como la exministra de Defensa María Dolores de Cospedal y la exvicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría. Las dos precandidatas son las que menos quieren oír hablar de debatir. Desde la candidatura de Cospedal se han limitado a indicar a EL PERIÓDICO que harán "lo que diga el comité organizador del Congreso", sin entrar en más detalles. El equipo de Santamaría ni siquiera ha respondido.

El comité ya dejó la pelota en el tejado de los precandidatos el pasado viernes. Según explicó su presidente, Luis de Grandes, un debate con seis candidatos "es prácticamente imposible, por no decir malo" y han "desistido de hacerlo". Pero dejaba la puerta abierta a que en cualquier momento antes de la celebración del congreso pudieran debatir si así lo querían en los medios de comunicación. Y tampoco descartó que haya un debate en la sede nacional entre los dos candidatos que se impongan en la votación del 5 de julio, según confirman fuentes del comité a este diario.

Cambio de líder, no de ideas

El partido se afana en que el mensaje que se transmita a la militancia sea un cambio de líder, pero no de ideas. Ello explica que no se incluya el debate de ponencias en este congreso y sigan vigentes las de febrero del pasado año. Y un debate a seis generaría propuestas diferentes que podrían distorsionar el mensaje oficial del partido.

Los expertos en comunicación política consultados por este diario coinciden en que así las primarias pierden calidad democrática. "¿Se hacen meramente por 'márketing' político o porque estamos convencidos de que fomentan el debate libre? ¿Cuál es el problema de que haya enfrentamientos? Es que si no los hay, ¿para qué hacemos primarias?", indica el especialista en comunicación y 'márketing' político, Julio César Herrero. "Debatir no suma ni resta en las divisiones internas. Si las hay, las hay", sostiene la analista y politóloga Cristina Ares. "Esa idea de que el debate a 6 no es viable no es un argumento sostenible. Hay experiencias en otros procesos con muchos candidatos, como la primera vuelta de las elecciones en Francia", recuerda Ares.

"Quien no quiera, que deje la silla vacía"

Quien apuesta por debatir con más vehemencia es José Manuel García-Margallo, que cree que "no celebrar un debate entre todos los candidatos es irresponsable". "Ninguno de los tres candidatos del continuismo ha presentado ni programas, ni propuestas. Y es lógico que no estén interesados en un debate", indica. "No se puede hablar de transparencia y diálogo hurtando a los afiliados un debate donde se contrasten ideas y proyectos de partido y de España". Tampoco comparte la opinión del comité y rechaza que sea imposible realizar un debate a 6. "Aunque no haya unanimidad, el debate ha de realizarse. Y quien no quiera participar, que deje la silla vacía", indica.

En las mismas está el secretario de Relaciones Internacionales del PP, José Ramón García-Hernández, "JoseRa". Junto al concejal Elio Cabanes, parte a priori con menos opciones de llegar a la segunda vuelta, por ser menos conocido. "Fui el primero en pedir un debate y seré el último en seguir pidiéndolo", indica a este medio García-Hernández, quien pide "no hurtar este debate a los militantes". El precandidato quiere unir fuerzas con Margallo para forzar su celebración, pero insiste en que no va a "empujar a nadie". "Cada uno tendrá que explicar por qué no quiere debatir", señala. Y tampoco entiende la postura del comité: "En TVE debatimos ocho personas sin problemas".

Quien se muestra más ambiguo es el precandidato Pablo Casado. "Estoy a favor de celebrar debates pero también tengo que acatar las normas del congreso, que han dicho que se celebrará después del día 5" -es decir, cuando ya solo queden dos candidatos-. Casado aprovechó para lanzar un dardo a sus contrincantes: "Estoy haciendo una campaña limpia, sin insultos, sin llamadas a la prensa para criticar a otros candidatos, sin llamadas a presidentes autonómicos para que veten y boicoteen los actos de otros candidatos. Yo estoy haciendo esta campaña. El resto, que haga la que quiera".

El núcleo de la estrategia de Casado versa en situarse como la alternativa a la pugna entre Santamaría y Cospedal, el candidato de la unión frente a la división de las dos dirigentes. Y un debate podría servir para reforzar esa idea de que Casado es la única opción posible para evitar la ruptura.

Militancia "huérfana"

Para Herrero, participar en un debate es interesante para quienes aspiran al poder pero no lo ostentan, porque no tienen nada que perder. En este caso, y con Mariano Rajoy fuera de la pugna, todos los candidatos deberían tener interés en debatir. Sin embargo, "una de las aspirantes tiene una posición equiparable a la que tendría Rajoy, la exsecretaria general. El resto podría dirigir su estrategia hacia ella, a exigirle cuentas", indica el experto. "También podría ser negativo para quien tenga algo de lo que arrepentirse que pudiera surgir en el debate para confrontar", explica. En cualquier caso, "no debatir es dejar huérfana a la militancia".