Los populares viven enredados las últimas horas en el relato para poder justificar el no haber ofrecido hasta ahora al PSOE una abstención que, además de evitar otras elecciones, hubiera como mínimo encarecido posibles pactos con otras organizaciones de las que dicen abominar, como Unidas Podemos o ERC. No han dado ninguna señal certera hasta ahora de que vaya a haber un cambio de estrategia en sus filas y se vaya a intentar abortar el preacuerdo ya firmado con los morados, pero aún sin apoyos suficientes para hacerse realidad.

Lo que si existe es ruido interno después de que algunos pesos pesados del partido, como el gallego Alberto Núñez Feijoo, el andaluz Juan Manuel Moreno o el leonés Alfonso Mañueco hayan incidido en que la abstención de los conservadores es una opción que debería estar sobre la mesa, para que fuera Pedro Sánchez quien se responsabilizase de aceptarla o descartarla, y no ellos. Es obvio que algunos dirigentes están mirando de reojo a Ciudadanos y al precio que ha tenido, en las urnas, la elección de una estrategia de pactos errática. Sin embargo, no parece ser ese el terreno de reflexión donde están instalados los mandos de Génova.

Llamada sin éxito / Desde los últimos días de campaña electoral previa al 10-N la dirección del PP, sabedora de que Vox apuntaba a un crecimiento peligroso para la lucha interna en el bloque de la derecha, comenzó a entornar la puerta ante una posible abstención «patriótica». Sin ir más lejos el viernes 8 de noviembre comenzaron a incidir en que el problema era Pedro Sánchez, no el PSOE, sugiriendo que cualquier potencial acuerdo, del calibre que fuera, pasaría por pedir su cabeza política. Los socialistas, seguramente, debieron tomar nota del mensaje. Ya en la noche electoral el candidato, Pablo Casado, no quiso aprovechar su comparecencia pública para hacer un ofrecimiento al ganador de las elecciones, aun sabiendo que la alternativa era un acuerdo con Unidas Podemos y otras fuerzas políticas, también independentistas.

Según fuentes populares, su líder sí intentó ponerse en contacto con el presidente en funciones, pero sin éxito.

Dureza en el PP / Durante la jornada del lunes, lejos de rebajar el tono, el número dos del PP, Teodoro García Egea, continuó recalcando que el problema era Sánchez. E instalado en el «no». El día siguiente, martes, los populares celebraron un Comité Ejecutivo en el que algunos cargos relevantes plantearon abrir la puerta a una gran coalición o un acuerdo para una abstención «patriótica» frente al PSOE, a fin de evitar a Podemos o independentistas influyendo en la legislatura. Pero Casado no atendió a esa sugerencia remarcando, según algunos de los presentes, que él creía en los grandes pactos con los socialistas, pero no con Sánchez.

Antes de que los conservadores dieran por finiquitada esa reunión interna, los jefes de PSOE y Podemos presentaban ante la prensa un preacuerdo para un Ejecutivo de coalición. La cúpula del PP criticó con dureza esa unión.

Pese a ello, aún sigue habiendo voces que defienden una oferta de última hora a Sánchez para, como poco, ganar en el relato de la responsabilidad. Casado, de momento, no acepta y su equipo más cercano culpa al presidente en funciones de ni siquiera haber intentado otra fórmula que no sea la de sumarse a los morados, como este viernes resaltó Cuca Gamarra, miembro de la dirección popular.