El PP cubrió ayer su objetivo en Pamplona. Logró que la manifestación convocada por el Gobierno foral de Miguel Sanz (de UPN, la marca del PP en Navarra) fuera la mayor de las celebradas nunca en la ciudad. Mariano Rajoy y Sanz reclamaron a Zapatero "garantías" de que Navarra no entrará en la negociación con ETA. Agitaban así el espantajo de una anexión a Euskadi para movilizar a sus votantes y conjurar el riesgo de perder el Ejecutivo foral en las autonómicas de mayo.

A pocos metros de Rajoy y Sanz, uno de los dirigentes de referencia de la izquierda aberzale, Rafael Diez Usabiaga, líder del sindicato LAB, encabezaba otra manifestación dirigiéndose también al presidente español para recordarle que el PSOE defendía en 1977 el derecho de autodeterminación.

Las dos marchas de signo opuesto desfilaron bajo una notable vigilancia policial. Cuando ambas habían finalizado, un grupo de falangistas se enfrentó con aberzales radicales en la plaza del Castillo, lo que obligó a la policía a actuar. Los ultras arrojaron vasos a jóvenes con indumentaria habitual batasuna , que replicaron con golpes e insultos.

Ambas manifestaciones colapsaron el centro de Pamplona, a la que llegaron casi un centenar de autobuses que trasladaban a seguidores de UPN (Unión del Pueblo Navarro) y del PP desde otras localidades de la comunidad y del resto de España.

LAS CIFRAS La Delegación del Gobierno cifró en 75.000 los participantes en la marcha conservadora, convocada con el lema Fuero y libertad, Navarra no es negociable . Los organizadores elevaron la cifra a 103.000. A unos centenares de metros, unos 4.000 simpatizantes de la izquierda aberzale, convocados por LAB, defendían lo contrario: un Estado vasco con Navarra.

A la comitiva de los conservadores se sumó toda la plana mayor del PP, con Rajoy a la cabeza, entre aplausos y vítores, aunque ninguno de ellos llevó la pancarta que abría la marcha. Esta era sostenida en exclusiva por el Gobierno navarro en pleno.

APLAUSOS A SAN GIL La presencia de los populares vascos, capitaneados por María San Gil, suscitó una cerrada ovación. Rajoy sostuvo que el PP acudía en apoyo de sus socios de la UPN como muestra de solidaridad en la defensa de la españolidad de Navarra y para decir que Zapatero es tibio en esta cuestión.

Ese era el asunto. Lo dejó claro Sanz en el mensaje final de la marcha, cuando acusó al presidente español de no haberse plantado frente a las exigencias de ETA. Y le exigió que no admita "chantajes ni imposiciones". Por eso, y después de la marea humana en Pamplona, le recomendó que "tome nota" para que cuando "siga el proceso de negociación" con ETA no acepte reivindicaciones sobre Navarra.

Además, y en una actitud que desveló el interés electoral del acto, reclamó a sus adversarios del Partido Socialista de Navarra (PSN) que se comprometan públicamente a no formar Gobierno con los partidos nacionalistas "soberanistas".

Durante el transcurso de las dos movilizaciones, la tensión era palpable. Pese a que los miembros de la organización de ambos actos se afanaron por contener a sus correligionarios más exaltados, de forma puntual se produjeron enfrentamientos en la calle. Especialmente graves fueron los cruces de insultos y amenazas entre vecinos de Pamplona de uno y otro signo, que revelaban el grado de crispación larvado durante las últimas semanas.

Las dotaciones de la policía encargadas de vigilar la movilización de la izquierda aberzale se tuvieron que enfrentar a un cambio de itinerario por unas obras imprevistas, y la ruta alternativa elegida a punto estuvo de provocar el desastre. Los seguidores aberzales encontraron súbitamente un mar de banderas españolas a apenas 50 metros, lo que desató sus iras. Sus gritos y ademanes alertaron a las unidades antidisturbios, que tomaron posiciones para separar a ambas comitivas, a la espera de que llegasen refuerzos.

El momento más complicado se vivió cuando un ultra se situó a escasos metros de los batasunos con el dedo corazón en alto, y a punto estuvo de ser linchado. La rápida intervención policial logró contener los ánimos.