Si uno abre al azar el Deuteronomio, el libro bíblico escogido por el presidente del Gobierno para su plegaria durante el desayuno de oración celebrado ayer, puede encontrarse con un mensaje amable, social y justiciero, con versos que inspiran a la solidaridad y el humanitarismo; o bien puede toparse con justo lo contrario: pasajes crueles, amenazantes, huérfanos de cualquier compasión. José Luis Rodríguez Zapatero optó por lo primero. Sin embargo, por cada "no explotarás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de tus compatriotas, o un extranjero. Págale su jornal ese mismo día, antes que se ponga el sol, porque está necesitado, y su vida depende de su jornal" (eso fue lo que leyó), hay un "cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra en la cual entrarás para tomarla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones -, las destruirás del todo".

La apuesta de Zapatero por el Deuteronomio denota un guiño al nexo entre las tres grandes religiones monoteístas: el libro forma parte del Antiguo Testamento, sagrado para judíos y cristianos, y no resulta ajeno al islam, del que Moisés es profeta. Y las 48 palabras bíblicas leídas por el jefe del Ejecutivo son un pilar de la Teología de la Liberación.