A José Luis Rodríguez Zapatero se le notaba en la cara el desgaste que ha supuesto para él tener que tomar medidas duras e impopulares. Lo dijo Felipe González y no había más que mirarle para tener la evidencia. El presidente arrastraba su triste figura, cabizbajo y ojeroso. Arrastraba. Porque ayer reapareció en el Congreso como nuevo. Agil, fresco, ocurrente... Como si acabara de volver de una cura antiestrés en un balneario.

Es curioso, porque su terapia antidepresiva comenzó precisamente con las pruebas de estrés --de resistencia-- de las que los bancos españoles salieron tan bien parados que le permitieron a Zapatero echar un órdago en la última cumbre de la UE, la pasada semana, y darle un vuelco a una situación en la que una extraña combinación de rumores y mercados hipersensibles parecían haber abocado al desastre a la economía española. Así que los dos principales bancos españoles subieron al podio de la solvencia europea y los empujones hacia el vacío que recibía la deuda soberana se transformaron en palmaditas en la espalda del presidente del Gobierno. Hasta Angela Merkel tuvo que recular. Y luego llegaron los halagos de Dominique Strauss-Kahn, director gerente del Fondo Monetario Internacional, y la llamada de Barack Obama felicitándole.

Y Zapatero, reconfortado por tanto cariño, dejó de decir ayer aquello de que las medidas de ajuste no han supuesto un bandazo en su política y admitió: "Sí, cambié de opinión". ¡Ya era hora! Porque, una vez dado ese paso, todo es más fácil de explicar. Incluso que no cambiaron sus convicciones --las que le habían llevado a afirmar cinco días antes que no se necesitaban más medidas de recorte del déficit-- sino las circunstancias, que obligaron a todos los países de la UE a constituir un fondo de rescate general y a coger la tijera para cortar el gasto. Con ese nuevo ímpetu, replicó con soltura a Mariano Rajoy. "La gente le tiene calado", le dijo, porque se opone a todo, no concreta nada y no se compromete con la situación. Sencillo pero efectivo.

Parece que, tras unos meses de calvario, Zapatero disfruta de unos días de alivio. Tal y como están las cosas, es imposible prever si durará mucho la alegría. Pero si, de acuerdo con los síntomas que se vislumbran, el presidente ha asimilado la situación y está dispuesto a hacerle frente, tendrá que ser el PP el que cambie su estrategia de todo vale con tal de desgastar aún más la ya debilitada credibilidad de Zapatero. Hay quien dice que Rajoy ya se está haciendo a la idea de que no habrá elecciones anticipadas, de que tendrá que esperar al 2012 para intentar por tercera vez conquistar la Moncloa. Ojalá que eso sirva para descrispar el ambiente.