El tablero de la política española experimentará la próxima semana, probablemente el miércoles, un cambio. Pequeño si se quiere, pero no irrelevante. El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, emparedado entre el rigor del necesario ajuste y la presión de los sindicatos, se irá a respirar nuevos aires en la política catalana. El exalcalde de L´Hospitalet de Llobregat se despidió de sus colegas del Consejo de Ministros el viernes pasado, dejando al presidente del Gobierno con todo el puente por delante para deshojar la margarita del sucesor.

LOS SONDEOS Sea cual sea el elegido, todo indica que no habrá más caras nuevas ni cambios de silla. Así lo ha repetido en los últimos días José Luis Rodríguez Zapatero, resistiendo las presiones que le llegaban desde muchos sectores del partido para que aproveche la marcha de Corbacho y aborde de una vez la renovación más amplia que quedó abortada antes de verano. Una crisis de Gobierno que la mayoría de los socialistas creen inevitable si su líder quiere remontar unos sondeos que dan ya más de 14 puntos de ventaja al PP.

Si el nuevo varapalo que le ha supuesto la victoria de Tomás Gómez en las primarias de Madrid no le ha llevado a una reflexión de última hora, se limitará a cambiar la cara del Ministerio de Trabajo. Será un canje de piezas que a priori puede parecer insignificante, pero que alterará el tablero político español. Una pérdida de peso aparente del PSC en la política estatal puede ser la primera consecuencia.