Tras un mal fin de semana en el que ETA ha visto saltar por los aires el plan de fuga de dos de sus presos a bordo de un helicóptero y ha perdido otro de sus zulos en Francia, la banda armada ha sufrido un nuevo revés. Un contratiempo moral y no policial que golpea directamente en la cada vez menos compacta comunidad de presos etarras. Bautista Barandalla, condenado a 40 años por asesinato, abandonó ayer la prisión de Pamplona tras aceptar una pulsera electrónica que permitirá su localización.

Con su gesto, Barandalla rompe la disciplina impuesta por ETA a sus miembros internos, a los que ha prohibido abandonar la cárcel mediante la aceptación de medidas de control, como la pulsera telemática que desde ayer verifica todos los movimientos de este veterano activista.

SIMBOLO PARA LAS FAMILIAS Barandalla fue detenido en 1990 y condenado por el asesinato en Pamplona de María Cruz Yoldi, de 63 años y madre de siete hijos, quien resultó afectada por la explosión de un coche bomba junto a una sucursal de seguros en 1987. Este terrorista se convirtió en un símbolo para las asociaciones de familiares de etarras presos que exigen la excarcelación de los internos enfermos. Durante años, Barandalla exigió a Instituciones Penitenciarias la aplicación del artículo 92 del reglamento penitenciario, que prevé la excarcelación de los presos con problemas de salud.

En el 2003, el Parlamento Vasco aprobó una proposición de Sozialista Abertzaleak para reclamar su libertad después de que sufriera una colitis ulcerosa que se le complicó hasta tal punto que tuvieron que extraerle buena parte del intestino.

Ante el empeoramiento de su estado, Barandalla aceptó una pulsera que ETA volvió a prohibir en el último Ekia, el boletín que la cúpula utiliza para dar instrucciones a sus presos. Esta ruptura de la disciplina de la organización terrorista supone un serio revés para la dirección etarra. No obstante, el movimiento proamnistía celebró ayer la salida del etarra y organizó un recibimiento en su pueblo, Etxarri- Aranaz (Navarra).

El de Barandalla solo es un caso más en la lista de disidencias etarras. La moral en los comités sociales y familiares de apoyo a los presos ya estaba por los suelos a raíz de una información de El Mundo en la que se afirmaba que otros dos veteranos de ETA, Valentín Lasarte e Iñaki Rekarte, fueron trasladados a la cárcel asturiana de Villabona tras aceptar trabajar cobrando en el economato de la prisión.