El exvicepresident Oriol Junqueras y los exconsejeros Jordi Turull, Josep Rull, Joaquim Forn, Raül Romeva y Dolors Bassa volvieron ayer al Parlament, 823 días después de la fallida Declaración Unilateral de Independencia (DUI) que aplaudieron desde la escalinata del Parlamento catalán sin demasiado entusiasmo.

Todos los exmiembros del Govern Puigdemont eran conscientes de que la legislatura estuvo el lunes a punto de volar por los aires y que su comparecencia supuso una tregua momentánea en la batalla entre JxCat y ERC. El president Quim Torra y el presidente del Parlament, Roger Torrent, se intercambiaron unas palabras mientras esperaban la llegada de los presos, que cumplen condenas de hasta 13 años de cárcel por sedición, y pareció, por unos minutos, que la carga emotiva que acarreó su presencia hacía desvanecer una evidencia: la crisis irreversible en el seno del independentismo. Pero fue tan solo un espejismo.

La maltrecha relación entre los socios de Govern acerca las elecciones y Torra estudia cómo y cuándo apretar el botón hacia las urnas con sus colaboradores. El despacho de audiencias de Torrent acogió otra muestra de la distancia cuando se formaron grupos por partidos entorno a sus compañeros de filas. En los pasillos, los diputados de uno y otro bando constataban que la cuenta atrás ha comenzado.

En los discursos despuntaron los clichés electorales, y cada uno tenía muy claro qué papel debía reforzar acorde a su carné. Eso sí, todos ellos recibieron el apoyo de los grupos independentistas y de los comuns, que se esforzaron en ovacionarles al inicio, al término, e incluso en el pasillo que conduce a la sala de grupos en la que se celebró la comisión a la que no acudió ni el PSC ni el PPC.

Junqueras explotó su faceta humanista para justificar la necesidad de negociar y pactar. El líder de ERC aseguró que se moría de ganas de negociar, entablándose en la mesa pactada con el PSOE a cambio de facilitar la investidura de Pedro Sánchez, y enfatizó en que, como «no será fácil», hay que tomársela «con entusiasmo». «Es lo que hemos pedido durante años y ahora que tenemos, con incertidumbres, lo que hemos pedido siempre, ahora hay que aprovecharlo», animó. Y resumió que se sentía «escéptico» con los socialistas, pero «entusiasta» de la mesa entre gobiernos. Con el mismo fervor defendió la obligatoriedad de hablar con todos, «con los que han aplaudido de manera más entusiasta nuestro encarcelamiento, también».

El republicano afirmó que las consecuencias del 1-O no le llevan a dejar de defender otro referéndum con o sin acuerdo con el Estado. «Es una cosa normal. Queremos volver a ejercer la autodeterminación y lo volveremos a hacer», prometió, certificando que la prisión no es un escollo, sino «una parte más del camino hacia la libertad».

Turull y Forn no eludieron la trifulca en público y aprovecharon sus minutos en la comisión de investigación sobre la aplicación del 155 para llamar a la «unidad» y a la necesidad de prometerse «lealtad» para salvar la legislatura. En un tono bastante agrio, el exconsejero de Presidencia abroncó a ERC por haber retirado el acta de diputado a Torra a órdenes de la Junta Electoral: «Es muy jodido y muy grave democráticamente que una persona elegida representante de los ciudadanos se la aparte, pero lo es más que los que son representantes se olviden del compromiso con los ciudadanos», sostuvo sin mencionar explícitamente a ERC.

También se refirió a la mesa entre gobiernos y avisó de que el diálogo debe ser «real» Amplió el foco y abroncó a ambos partidos por escenificar su choque en el Parlament: «Si nos quieren hacer felices, episodios como el del lunes, por favor, no los hagan».

En el breve capítulo de autocrítica, Romeva hizo un reconocimiento al «dolor» infringido a los contrarios a la DUI, y Rull admitió que «demasiado catalanes» no se hicieron suyo el 1-O: «Hemos de reforzar elementos de legitimidad democrática».

CS ABANDONA LA SALA / La líder de Cs, Lorena Roldán, criticó a los exconsellers y preguntó a Junqueras si iba a pedir perdón. Sin esperar la respuesta, la comitiva naranja se levantó y se fue. «¿Ya os vais?», preguntó el exvicepresident, «ahora que habíamos empezado a dialogar».

Turull también quiso dedicar unas palabras a los naranjas pese a su ausencia: «Son unos maleducados y unos cobardes [...] En la cárcel hay mucha más humanidad que la que ellos desprenden», espetó.