Hace dos años Ana Botella se vio en un aprieto. La esposa de Aznar se encontraba visitando una biblioteca infantil de la ciudad de Panamá en compañía de la reina Sofía y del resto de las esposas de los jefes de Estado y de Gobierno reunidos en la ciudad del canal con motivo de la Cumbre Iberoamericana del 2000. En un momento, unos periodistas locales quisieron llamar su atención al grito de "¡Majestad, majestad!". Ana Botella se dio cuenta de que la llamaban a ella, pero la proximidad de la reina Sofía le impedía darse por aludida. Hubo unos segundos de tensión, hasta que Botella les dijo a los reporteros: "Su majestad es ella".

El pasado noviembre, Ana Botella viajó a la República Dominicana, en donde el pasado año tuvo lugar la Cumbre Iberoamericana, una reunión en la que el culto a las primeras damas, a imitación de los usos de Estados Unidos, se vive en todo su esplendor otorgando a las esposas presidenciales un título con el que afrontar sus actividades oficiales y sociales.

El problema reside en que en España no hay primera dama. Primero, por que hay reina y segundo por que, en general, en Europa, las esposas de los jefes de Estado y de los primeros ministros no tienen el protagonismo de sus homólogas latinoamericanas.

Ana Botella, sin embargo, sí ejerce de primera dama. Lo dejó claro desde el primer momento en el que entró en la Moncloa de la mano de su marido, José María Aznar. A diferencia de su antecesora, Carmen Romero, a quien le producían alergia los actos oficiales, Ana Botella, en su papel de mujer, mujer, empezó a acompañar a su marido en los viajes oficiales, actos institucionales hasta que, pasados los meses, empezó a tener vida propia como presidenta, tal y como la llaman en la Moncloa.

La revistas Telva y sobre todo ¡Hola! empezaron a fijarse en Ana Botella como referente de estilo y modelo de esposa y madre, moderna en las formas y conservadora en los fondos. La esposa de Aznar concedió a esas publicaciones varias entrevistas y reportajes en los que alternaba con precisión su papel de mujer con personalidad y vida propias con su posición como consorte.

DEL PAREO A LA FALDA IBICENCA

El estilo indumentario de Ana Botella también se ha ido depurando con los años. De los viejos pareos con los que paseaba por la orilla del mar en Oropesa (Castellón) se ha pasado a las faldas ibicencas; de los trajes de chaqueta colores parchís a los sastres de tonos naturales; de los vestidos de noche con profusión de lentejuelas a los encajes y las jaretas.

La modista de Valladolid Aby Güemes sigue siendo la elegida para las grandes ocasiones, pero Botella se ha ido acercando también a los nuevos diseñadores.

El interés de Ana por la moda, sector Pasarela Cibeles, no es sólo indumentario, ya que, alentada por Roberto Torretta, un diseñador que la influye tanto en el vestir como en sus opiniones sobre el sector, Botella logró convencer a su marido y éste dio las órdenes oportunas a la Secretaría de Estado de Comercio e Industria para la elaboración de un plan de moda, que se puso de largo en una recepción que tuvo lugar el año pasado en la Moncloa con la mayor parte de los diseñadores reunidos en torno a ella.

LA BODA DE LA HIJA

Su amistad con el sacerdote Angel García, de la ONG Mensajeros de la Paz, quedó muy clara al invitarle como uno de los cocelebrantes de Ana Aznar y Alejandro Agag. Tras los fastos de la boda celebrada en el monasterio de El Escorial estaba la mano de Botella, quien marcó estrechamente cómo debía celebrarse la despedida de solteros, el enlace y el banquete. En los últimos meses, además, la esposa de José María Aznar se ha vinculado a la fundación Ciudad de la Alegría, creada por el escritor Dominique Lapierre y promovida en España por Concha Tallada, amiga de Ana y primera esposa de Juan Villalonga, expresidente de Telefónica y actualmente casado con la mexicana Adriana Abascal.