Tomás Gómez pasará a la historia como el primer dirigente socialista que planta cara de forma abierta al liderazgo de José Luis Rodríguez Zapatero desde que el secretario general del partido llegó a la Moncloa en el 2004. Y justo por ello pagará un precio alto.

El máximo dirigente del Partido Socialista de Madrid (PSM) se llevó ayer una sonora bofetada pública en sus aspiraciones a presentarse como candidato a la presidencia del Gobierno autonómico, en contra de los deseos del jefe del Ejecutivo y de la dirección federal del PSOE. Una decisión que, aunque de puertas hacia fuera parece haber sido encajada con deportividad por la cúpula de Ferraz, está desencadenando intensas presiones internas para evitar que se materialice y desemboque en unas primarias que amenazan con desgastar la autoridad de Zapatero en un momento especialmente delicado, a las puertas de afrontar su primera huelga general.

TIRAR LA TOALLA La estrategia a seguir, de forma discreta pero cada vez más evidente, se centra en aislar a Gómez para que tire la toalla y deje el camino libre a la actual ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez. Aunque la mayoría de los responsables de las agrupaciones socialistas madrileñas le han expresado su apoyo, el cerco orgánico sobre el secretario general del PSM se estrechó un poco más en el acto de presentación de Jaime Lissavetzky como candidato a encabezar la simbólica lista municipal en la ciudad de Madrid.

Lissavetzky es el aspirante ungido por Zapatero para formar junto a Jiménez el tándem electoral en la más que difícil plaza de Madrid. Pero, a diferencia de lo que sucedió en los comicios del 2007 con el fiasco de Miguel Sebastián, es un candidato de difícil contestación, al añadir a su caché político y mediático como responsable gubernamental de la época más exitosa del deporte español una dilatada trayectoria en la antigua federación socialista madrileña. Durante seis años fue su secretario general, además de formar parte como consejero del Gobierno autonómico de Joaquín Leguina.

Ante esta constatación, Gómez aceptó el caramelo envenenado de que la presentación se celebrase en la sede del Partido Socialista de Madrid y agasajó al invitado recibiéndole previamente en su despacho.

A continuación le acompañó, sentado en primera fila, en la multitudinaria rueda de prensa. Para evitar malentendidos sobre sus preferencias, Lissavetzky se había citado una hora antes, con luz y taquígrafos, en el Círculo de Bellas Artes con Jiménez, a la que mostró su apoyo.

LEALTAD CONDICIONADA Pero faltaba el golpe de gracia y, tras expresar cortésmente su "lealtad absoluta" a Gómez como secretario general, a Lissavetzky no le tembló el pulso a la hora de dejarle claro ante todos los presentes que, si fuerza las primarias, no le votará. "Mi apoyo será para Trini, ya que ella es la mejor candidata para derrotar a la derecha española en Madrid. Es la socialista que tiene más posibilidades de imponerse a Esperanza Aguirre", sentenció a escasos dos metros de distancia del líder del PSM. Este mantuvo la compostura con un rictus que recordó a los mejores jugadores de póker, pero se negó a realizar declaraciones ni antes ni después de la rueda de prensa.

El ya precandidato a la alcaldía no escatimó elogios a Jiménez, de la que destacó su experiencia en el ámbito territorial madrileño, donde fue aspirante a dirigir el ayuntamiento, y en el internacional, tras su paso por la secretaría de Cooperación. También subrayó su "brillante gestión" al frente de Sanidad.