El PSOE sale primero en la parrilla de salida a las elecciones generales pero con el vértigo de no tener aliados con los que sumar escaños suficientes para repetir en el Gobierno. Las encuestas internas que manejan les dan 120 diputados, consolidados como el único gran partido, que dejaría atrás con claridad a PP y Ciudadanos, que se moverían en una horquilla de 80-90 parlamentarios. Sus estudios prevén una intensa caída de Unidos Podemos, algo que dispara la preocupación en los socialistas a pesar de la paradoja: el PSOE afrontó las anteriores elecciones con el miedo al pronosticado sorpasso de Pablo Iglesias y ahora se enfrenta a estos comicios con la convicción de que su sobrevenido aliado caerá estrepitosamente y no llegará a ser bisagra suficiente.

El drama, reconocen los socialistas, sería no movilizar al electorado progresista que se ha ido desencantando de ambos partidos y está dubitativo en la abstención.

El PSOE confía en sacudir a esos electores con la transversalidad del 8-M. El feminismo, la lucha contra las desigualdades de género y la violencia machista serán un tema clave en la campaña electoral que vincularán a la amenaza de una regresión en las políticas si Vox entra en un gobierno de derechas. También apelarán a los mayores, que siguen siendo el nicho esencial de los socialistas. Sánchez llega a las elecciones como el líder mejor valorado de los principales partidos y con los Presupuestos tumbados por los independentistas como programa electoral. Es posible que recupere en la campaña parte de la oleada de ilusión que despertó tras ganar la moción de censura, pero sus asesores saben que será difícil conquistar al voto podemista. Aunque hay fugas de electores morados al PSOE, la inmensa mayoría de los desencantados con Iglesias engrosan la bolsa de la abstención.