"¡Qué bueno eres, hijo, que arte!". José Luis Rodríguez Zapatero escuchó con una sonrisa de oreja a oreja éste y otros gritos durante el paseo triunfal que hizo en compañía de su séquito por las principales calles de Ceuta. La muchedumbre le aclamaba a su paso o le seguía en una bulliciosa romería, como si marchara detrás de un paso en Semana Santa. Al igual que a las vírgenes y Cristos de la Pasión sevillana, no sólo le llovieron piropos al protagonista de la procesión. También le demandaron favores. Nadia, una ceutí musulmana, rogó a Zapatero que intercediera para que su marido, Karim, también nacido en Ceuta, reciba la nacionalidad española. El presidente la escuchó atento. "Me dijo que se ocupará de esto", contó después la esperanzada mujer.

La exaltación popular prosiguió en el centro de estancia temporal de inmigrantes (CETI). Una veintena de inmigrantes ilegales le recibió con una pancarta que rezaba: "Bienvenido presidente, los de Bangladesh le damos las gracias. Todos somos muy pobres y le pedimos papeles". Lo mismo hizo un grupo de argelinos. "¡Presidente, presidente!", coreaban los asistentes del centro. Zapatero daba palmaditas afectuosas aquí y alla, y mantuvo una conversación detenida con una mujer subsahariana que cargaba con un hijo pequeño.

Una firma para el PP

Tan desenfadado estaba Zapatero que, sin darse cuenta, firmó un papel en favor del referendo constitucional promovido por el PP en contra del Estatuto catalán que le alargó una muchacha haciéndole creer que quería un autógrafo. Era un broma del programa Caiga quien caiga . El presidente intentó reaccionar al tomar conciencia de la celada, pero ya era tarde. En fin, los baños de multitudes tienen un precio.