¿Qué es la CUP? Esta es una de las preguntas más comunes al otro lado del Ebro cuando se analiza la última sacudida de la política catalana, a causa del veto de la fuerza anticapitalista a los presupuestos del Govern de la Generalitat que preside Carles Puigdemont.

Para no aburrir al lector con una espesa sopa de letras de la izquierda independentista revolucionaria en Cataluña en los años 80 y 90, basta con recordar que durante dos décadas los militantes de este espacio político ocuparon (de forma muy minoritaria) el Fossar de les Moreres de Barcelona con ocasión de la Diada del Onze de Setembre y que protagonizaron numerosas escenas de tensión y airados debates en torno a cuestiones como los països catalans, los espacios de confluencia revolucionaria o el papel a jugar en las instituciones si se lograba acceder a ellas.

FRACTURA DEL MDT

El principal referente de la época fue el Moviment de Defensa de la

Terra, nacido de la fusión del PSAN y de Independentistes dels Països Catalans, que propugnaba la independencia y el socialismo. Pero las tensiones entre ambos sectores se mantuvieron y el MDT acabó fraccionándose. Una facción fundó Catalunya Lliure. Y otros mantuvieron el nombre y apostaron por una nuevo espacio de confluencia, la Assemblea d'Unitat Popular, a la que se unieron dirigentes y militantes de La Crida. Pero ese intento acabó de nuevo en fracaso. Una parte de los activistas acabaron en ERC, donde el giro independentista protagonizado por Àngel Colom atrajo también a un sector de Terra Lliure y Catalunya Lliure. Otros crearon la Plataforma per la Unitat d'Acció (PUA), de la que años después surgiría Endavant.

Como explican Julià de Jòdar y David Fernàndez en el libro 'Cop de CUP', el movimiento de la izquierda independentista entró entonces en una travesía del desierto. La salida del mismo, junto con las iniciativas de reunificación de las diversas juventudes revolucionarias y la proliferación de casals populars, fueron las candidaturas municipales de unidad popular: las CUP.

SALTO ADELANTE EN LAS MUNICIPALES DEL 2007

Tras un crecimiento sostenido en al ámbito municipal, la organización decide dotarse de una estructura nacional en el 2005. El salto más notable llega en el 2007, cuando la CUP triplica resultados y entra en los ayuntamientos de Mataró, Vilanova i la Geltrú, Manresa, Vic y Berga y se convierte en decisiva en Vilafranca del Penedès, Berga y Sant Celoni.

No es hasta después de un notable debate interno -con funcionamientos siempre asamblearios y con la voluntad de trasladarse de la base a las estructuras de coordinación- que la CUP decide presentarse a las elecciones al Parlament del 2010.

FINAL A DÉCADAS DE LUCHAS CAINITAS

El contexto de crisis económica y social, el estallido de movimientos como el 15-M y la frustración respecto a los procesos de negociación sobre el modelo de Estado son factores externos que explican que la CUP haya acabado con décadas de luchas cainitas en el independentismo radical. Lo cual no significa que entre los dos polos que mantienen la tensión dialéctica dentro de la CUP, Endavant y Poble Lliure (que recoge la herencia del MDT), no haya todavía diferencias notables sobre qué representa esta organización, si es instrumento o finalidad.

David Fernàndez, en una entrevista al digital Crític, admitía recientemente otro reto pendiente, que se hará más visible ahora que la organización es decisiva. «La CUP no ha razonado suficientemente sobre cómo tendría que ser el poder y cómo lo tendríamos que practicar».

FERNÀNDEZ, ARRUFAT, BAÑOS Y GABRIEL

Su estructura es descentralizada y sus mandatos, limitadísimos. Defienden la necesidad de estar siempre en la calle, tanto o más que en las instituciones, y son reacios a los juegos de reparto de poder. Las más de 100 agrupaciones territoriales de la CUP alojan a casi 1.500 militantes. De estas agrupaciones surgen los 60 miembros del consejo político. Y además existe el secretariado nacional, integrado por 15 personas, que se renueva parcialmente cada dos años.

El futuro de la CUP pasa, en parte, por resolver su relación con el poder y ver hasta dónde llega su coherencia (pureza, dirían los críticos) a la hora de ceder y negociar. Figuras como Fernàndez, Quim Arrufat o Antonio Baños, además, aportaron consistencia discursiva y proyección pública a lo que en los 80 y 90 era un movimiento minoritario y poco permeable. Ahora les toca a los Anna Gabriel y compañía dar forma al nuevo papel de la CUP en la política catalana.