Mariano Rajoy llegó ayer a Pamplona con el objetivo de echar un jarro de agua fría sobre las expectativas de Miguel Sanz, líder de la Unión del Pueblo Navarro (UPN) y flamante presidente de Navarra. De crear grupo parlamentario propio en Madrid, nada, vino a decirle. El propio Sanz, en vista del revuelo organizado, ya había rebajado sus pretensiones por la mañana, cuando matizó lo de tener "voz propia" en el Congreso de los Diputados y negó que quiera romper el pacto que le une al PP desde 1991. "No busco marcar ninguna línea de separación", dijo.

Rajoy llegó a Pamplona una hora y media antes de que empezara la ceremonia de toma de posesión de Sanz y, fiel a su estilo, declaró que lo había hablado con Sanz y que seguirá haciéndolo "en el futuro". Ayer tocaba loar "la satisfacción de ser socios", que "jamás ha comportado un problema ni lo va a hacer en el futuro".

MANO TENDIDA En su discurso de toma de posesión, Sanz apostó por el trabajo conjunto en la legislatura tanto con "todo el arco parlamentario", tanto con el PSN como con el Gobierno central, cuya ministra de Administraciones Públicas, Elena Salgado, coincidió en pedir y ofrecer colaboración. Salgado, en nombre del Gobierno central, dijo que su "primera obligación" era "ofrecer y reclamar colaboración para resolver los problemas de Navarra y de España".

Y reiteró que "trabajar juntos para acabar con ETA es una exigencia de todos los ciudadanos, también de los navarros. Espero que todos con nuestro esfuerzo sepamos contestar adecuadamente a esa exigencia", instó la ministra, quien auguró "años fructíferos para Navarra" en esta legislatura.

A pesar de que la atención de los periodistas estaba puesta en la respuesta de Rajoy a la cuestión de la petición de Sanz de tener un grupo propio en el Congreso, lo que provocó un auténtico revuelo en la Cámara autonómica fue el discurso de su presidenta, la socialista Elena Torres. Habían sonado los himnos español y el navarro, y Sanz había vuelto a hablar de diálogo y talante. "Muy especialmente", dijo dos veces, con el Partido Socialista de Navarra (PSN), ya que el resultado del 27-M obliga a "huir de la confrontación".

La presidenta del Parlamento foral también dijo compartir ese objetivo. Pero su discurso no lo reflejó. Torres recordó que la proclamación de Miguel Sanz "se corresponde con la voluntad" expresada por quienes representan al pueblo navarro y que esta obliga a enfocar las relaciones entre el Gobierno y la Cámara autonómica "con muy diferentes actitudes y maneras de gobernar que en la pasada legislatura". Acto seguido, abandonó el tono institucional y pasó a la acción.

RAPAPOLVO DE TORRES "Vamos a requerir grandes esfuerzos para superar las graves grietas que algunos han abierto", disparó la presidenta de la Cámara. Cuando a algunos no se les había pasado el susto, aludió a los intereses "partidistas" y a la construcción de "simas insalvables" entre los constitucionalistas y el resto. La traca final fue la crítica a los que "atizan el discurso del miedo". Al ser preguntado, Rajoy respondió a la gallega: "Ah, pero ¿era un discurso político?".