En 1995, los GAL, la corrupción y unas cifras de paro que entonces marcaban un récord hicieron que José María Aznar venciera a Felipe González en unas elecciones municipales. Aquello fue un punto de inflexión sin retorno: un año después, el PP llegó por primera vez a la Moncloa con la ayuda del PNV y CiU. Aquello estaba grabado en la mente de los conservadores como una proeza. Pero la proeza de Aznar fue superada ayer, doblada en cifras, por su sucesor, Mariano Rajoy, que arrolló sin piedad --y por diez puntos y dos millones de votos-- de diferencia a los socialistas. "Los españoles nos han mandado un mensaje de confianza", decían anoche los populares.

El PP se lo ha llevado casi todo de calle: ha conservado las comunidades donde ya gobernaba y ha hecho historia quitándoles de las manos a los socialistas ni más ni menos que Castilla-La Mancha; se ha impuesto por mayoría absoluta en Baleares y Cantabria; ha ganado en votos (ya veremos que sucede con los pactos poselectorales) en Extremadura y Aragón, y ha puesto su bandera en la mayoría de las capitales andaluzas y en buena parte de las del resto de España. "Histórico", como anoche dijo la jefa de campaña de los populares, Ana Mato, que añadió que ha llegado un cambio de ciclo al país.

APUESTA COSPEDAL El triunfo en Castilla-La Mancha es clave para medir la relevancia del resultado que obtuvo anoche el PP. La candidata y a partir de ahora nueva presidenta de la región, María Dolores de Cospedal, es la mano derecha de Rajoy. Su número dos. Y él, según confesó a los periodistas hace tan solo unos días en conversación informal, tiene intención de que compagine su nuevo cargo en tierras manchegas con la secretaría general del partido.

El triunfo de ella es la revancha del jefe de los populares, que lleva a sus espaldas dos derrotas propias y consecutivas en elecciones generales. Los equipos de campaña del PSOE y el PP coincidieron en definir la contienda que se iba a vivir el 22-M en Castilla-La Mancha como "la madre de todas las batallas", y la prueba de fuego para ver si, tal y como auguraban las encuestas, España se divorciaba del puño y la rosa y daba la bienvenida a las gaviotas de Mariano Rajoy. La aplastante victoria de María Dolores de Cospedal sobre el socialista José María Barreda ha despejado las dudas.

En cualquier caso, Rajoy va a tener que tomar ahora una curiosa decisión: si volver a ofrecer un pacto al PSOE (como hizo en las anteriores elecciones municipales) para que gobierne la lista más votada en cada comunidad y ayuntamiento, o si se remanga y se pone a pactar para conseguir obtener más poder junto a las fuerzas minoritarias.

O no tan pequeñas: el partido de Francisco Alvarez-Cascos también ha hecho historia, a su manera, en Asturias y, quizás, tenga el placer de ver cómo Rajoy, que le rechazó como candidato, le presta apoyo. Anoche, en Génova, no se descartaba nada.