En apenas 72 horas, el presidente del Gobierno comparecerá en el Congreso para informar sobre el plan de reformas que acaba de enviar a Europa e, inevitablemente, dar alguna explicación sobre las inasumibles cifras de paro. En el pleno monográfico del Parlamento, Mariano Rajoy escuchará cómo la oposición --con el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba a la cabeza-- reclama que abandone las duras reformas que el PP está imponiendo sin demasiado éxito en lo que al mercado laboral concierne y se siente a negociar soluciones con los demás partidos. De los comentarios que los colaboradores de Rajoy hacen en privado sobre la propuesta de forjar un pacto político en España se deducen un par de cosas: que el jefe del Ejecutivo no se negará a un acuerdo que demandan la mayoría de los ciudadanos y, según se supo el sábado, también el Rey, pero que su prioridad no será tejer alianzas con Rubalcaba u otros portavoces (sí busca sinergias con los agentes sociales), sino con dirigentes europeos como el francés François Hollande o el italiano Enrico Letta, al que verá hoy en Madrid.

Desde hace semanas, no hay discurso de Rajoy que no incluya mensajes pidiendo a la Unión Europea --realmente a la cancillera alemana, Angela Merkel, aunque prefiera no mencionarla-- que las políticas de austeridad vayan acompañadas de incentivos al crecimiento y a las políticas de empleo. Además, el presidente español ha apostado por acometer los cambios que sean necesarios en el Banco Central Europeo (BCE) para que este sea más efectivo a la hora de ofrecer terapia de shock a una UE que sigue en recesión, mientras EEUU y Japón comienzan a recuperar el pulso de la mano de su Reserva Federal y de su Banco Central.

Cambio de calendario

A buen seguro estos serán temas de conversación en la cita que Rajoy y Letta mantendrán hoy en La Moncloa. El recién designado primer ministro italiano (que logró in extremis pactar un Gobierno de emergencia con el Pueblo de la Libertad (PDL) de Silvio Berlusconi y con el equipo del tecnócrata Mario Monti) ha entrado en la vorágine europea con prisa y pisando fuerte. Ya se verá si con éxito. Por el momento, Letta ya se ha visto con Merkel, con Hollande -con él encontró clara sintonía- y con el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso. A todos les ha urgido a mover ficha en pro del crecimiento y de la creación de puestos de trabajo, especialmente para los más jóvenes, con los que la crisis se ceba tanto en Italia como en España, obligándoles a dejar sus países.

«Para nosotros es importante dar en junio a los ciudadanos europeos señales para que recuperen la esperanza y la confianza. En junio, no el próximo año», se atrevió a decir Letta en Bruselas tras reunirse con Barroso. El comentario es valiente y, si logra que Hollande, Rajoy y otros dirigentes europeos se sumen a él, podría traducirse en un relevante órdago al Gobierno germano: el italiano rechaza el calendario impuesto por Merkel, que pretende aplazar cualquier decisión de calado en la UE hasta después de las elecciones alemanas en las que ella se juega su futuro, previstas para septiembre.

La socia europea

Ni Letta ni Rajoy disponen del tiempo que pide Merkel. El paro, el déficit, la crisis de las instituciones y el creciente malestar social juegan en contra de ambos. Pero Letta, pese a tener pies de cristal en Italia por la debilidad de su Gobierno -frente a un Rajoy que goza de mayoría absoluta- ha apostado por mostrar un puño de hierro en Europa. Rajoy y su entorno llevan meses trabajando de forma más o menos discreta para intentar romper con la dictadura de la austeridad, pero hasta ahora no han osado levantar la voz como ya ha hecho Letta.

Haber presumido durante años de ser el socio de Merkel en Europa pesa como una losa a un Rajoy que, para dar la vuelta a sus negras previsiones, necesita que su amiga dé su brazo a torcer. O se lo tuerzan.