Mariano Rajoy cambió ayer de estrategia ante sus críticos en el PP. Pasó de la tibia defensa al estruendoso ataque: confirmó que no piensa tirar la toalla ante los que ponen en duda sus principios porque, según dijo, él no se pliega ante la doctrina ajena. Además, defendió contra viento y marea su candidatura a la reelección porque "ahora" constituye una "buena solución" ante la crisis que vive su organización.

"Este partido forma parte inseparable de mi vida. Solo quiero lo que sea bueno para él. Nunca haré, conscientemente, daño al PP. Y si me presento ahora con el objetivo de seguir presidiendo este partido es porque creo que es bueno para el PP. Y el futuro ya se escribirá. Y lo escribirán los que tienen que escribirlo, que somos todos y cada uno de sus 700.000 militantes", enfatizó.

Pese a dejar esa puerta abierta en el futuro para posibles aspirantes, recalcó que sus objetivos inmediatos son defender sus ideas y el programa en la oposición y, en los próximos cuatro años, "sumar" para ser más y poder llegar al Gobierno. Como paso previo, será candidato en el congreso del PP de Valencia. Eso sí, solicitó que no se presente a los compromisarios como "mequetrefes" porque tendrán voz y voto, un voto "libre y secreto".

Rajoy se mostró así de rotundo ayer, en Valladolid, donde el aparato del partido había organizado un acto de respaldo al jefe. Sin tapujos. Sin excusas. El objetivo era exhibir músculo ante los que achacan al presidente popular debilidad y supuesta falta de liderazgo. Y con ese fin, se llevó hasta la capital castellanoleonesa a todos los representantes del poder territorial del partido. Bueno, a casi todos. Porque no acudieron a este solemne cierre de filas ni la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, ni la presidenta del PP vasco, María San Gil. O sea, las críticas.

SEGUNDOS ESPADAS Es cierto que tampoco estaban los presidentes populares de La Rioja, Pedro Sanz, ni de Extremadura, Carlos Floriano. Pero, a diferencia de las ausentes antes citadas, ellos sí enviaron a sus segundos espadas para dar fe, públicamente, de su a Mariano Rajoy.

Apuntalado por la presencia del alcalde madrileño, Alberto Ruiz-Gallardón, y varios dirigentes de Euskadi, lanzó un aviso: las críticas no van a lograr doblegarle ni "minar" su voluntad. Incluso, se atrevió con un segundo mensaje de alerta dirigido a lo que se ha denominado ala dura del partido. "Puedo aceptar y acepto que haya alguien que se considere con más capacidad que yo para dirigir el PP. Lo que no voy a aceptar es que alguien ponga mis principios en tela de juicio", exclamó. Además, señaló que se dispone a preparar un equipo para "sumar, ganar y poder gobernar" donde no sobre nadie y nadie vea al compañero como un "adversario".