Mariano Rajoy se rindió tributo a sí mismo ayer, en Valencia, y ofreció clemencia a los que un día dudaron de su liderazgo. El presidente del PP convocó a los suyos para presumir de su giro al centro y exhibir los galones que, a su juicio, se ha ganado en las contiendas electorales de Galicia y Europa, sin olvidar la relevancia alcanzada en Euskadi al pactar con el PSE de Patxi López para expulsar al PNV del Ejecutivo. Pero también para olvidar las rencillas y "superar viejas historias".

Así, un autocomplaciente Rajoy reivindicó sus logros cuando ha transcurrido algo más de un año desde que resultó reelegido presidente del PP, pese a la escasa pero ruidosa oposición interna que, por entonces, capitaneó Esperanza Aguirre. Algo más de un año desde que los duros Eduardo Zaplana y Angel Acebes abandonaron la primera fila del partido y una dolida María San Gil dio un portazo a la supuesta falta de "principios" de su jefe de filas. Algo más de un año desde que el expresidente José María Aznar alertó sobre los improvisados viajes al centro. Algo más de un año desde que Rajoy apostó por un cambio de estrategia que, a su entender, ha resultado acertada y le otorga ahora fuerza suficiente para exigir lealtad y ofrecer unidad.

SUPERAR LA DIVISION Con tono solemne y ante un deslucido auditorio (según los organizadores, había unas 6.000 personas, pero faltaban la mayoría de los presidentes autonómicos, incluida Aguirre), recordó los resultados de las gallegas y las europeas y auguró que, siendo "serios, humildes y trabajando bien" en los próximos meses, él y su equipo pueden recuperar el poder. "Hay

Pasa a la página siguiente