Mientras los molinos de viento del caso Gürtel amenazan con llevarse por delante a todo aquel que trate de pararlos, el presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, echa mano de sus escuderos más fieles, no tanto para que le devuelvan a la realidad, que la conoce bien, sino para fortalecer los cimientos que podrían salvar su siempre cuestionado liderazgo en el partido y presentarle como sólida alternativa de gobierno en España. Esos cimientos, en forma de logros electorales, han sido, además de las europeas, la victoria en Galicia y los votos clave del PP para que el País Vasco no tenga un lendakari nacionalista. Por ello, los barones gallego y vasco, Alberto Núñez Feijóo y Antonio Basagoiti, respectivamente, fueron ayer los encargados de ofrecerle su calor y dar fe de que la imagen del líder conservador está absuelta de toda mácula de corrupción.

DESAGRAVIO Aprovechando el primer aniversario de la mayoría absoluta de Feijóo, el PP montó una fiesta de celebración en Santiago de Compostela que, por coincidencias imprevistas del calendario --el acto se aplazó hace mes y medio por un temporal--, sirvió como desagravio para un Rajoy muy criticado por su excesivo silencio tras conocerse que la trama Gürtel corrompió el núcleo duro del partido. Ese silencio, interpretado como síntoma de tibieza o indefinición, es, para el líder de la oposición, una estrategia. Hay que concentrarse en lo que da votos: la crítica al Gobierno. Y esperar a que José Luis Rodríguez Zapatero se precipite como fruta madura, víctima de la crisis. No importa que la corrupción se haya llevado por delante, a medias, al extesorero del PP, Luis Bárcenas.

Dicho y hecho. Ante unas 3.500 personas, Rajoy habló de economía y de ETA, pero obvió cualquier referencia a las acusaciones de financiación irregular del PP. Como mucho, reafirmó que el partido seguirá adelante "aunque a algunos no les guste y vayan a hacer todo lo posible para que no vuelva a ganar", advirtiendo al PSOE de que "no van a conseguir destruir a la oposición".

ELEVAR LA MORAL Fueron los teloneros Feijóo y Basagoiti quienes se encargaron de insuflar moral al partido en general y a su líder en particular. El presidente gallego apeló a la honradez de Rajoy con una metáfora dirigida, al mismo tiempo, contra quienes hayan podido dejarse corromper: "Rajoy es una persona a la que le dejaríamos las llaves de nuestra casa sin preguntar qué hay cuando llega y qué habrá cuando se vaya".

Fue Feijóo quien, el pasado viernes, aconsejaba a Bárcenas que renuncie a su escaño de senador si no tiene la conciencia tranquila. Por si quedaba alguna duda de su compromiso con la honestidad, el dirigente gallego lanzó un serio aviso a aquellos que, "dentro o fuera del partido", pretendan "manchar la ilusión de miles de ciudadanos para cambiar el Gobierno de España". "No tienen derecho a hacerlo", apostilló.

Basagoiti llevó el debate al terreno más sencillo para ganarlo. Apeló a la valentía de sus cargos en Euskadi. "No hay pajines ni pepiños que sean capaces de aguantar la mirada a un concejal del PP vasco que se juega la vida cada día y decirle que todo el PP es corrupto", proclamó. El dirigente vasco denunció que, tras el "fracaso del cordón sanitario y el pacto del Tinell" contra el PP, ahora la estrategia del PSOE es identificar a todo el partido con la corrupción.

La experiencia demuestra que los conservadores no acusan tanto como los socialistas el desgaste que producen los escándalos de corrupción. En ocasiones, sobre todo en las elecciones auto- nómicas y municipales, el PP ha salido fortalecido allí donde las sospechas eran mayores. Y ese test toca el año que viene. Se someterá a examen la gestión de la madrileña Esperanza Aguirre y del valenciano Francisco Camps, hoy en cuarentena a la espera de los acontecimientos. Así las cosas, los extremos del Cantábrico se han convertido en el bálsamo de Mariano Rajoy. Feijóo y Basagoiti pueden exhibir sendos éxitos electorales sin sombra alguna de sospecha.

¿LOCURA QUIJOTESCA? Más todavía cuando, también por el norte, un desbocado Francisco Alvarez-Cascos, fiel escudero de José María Aznar, pugna con el líder del PP por regresar a la política y presidir el partido en Asturias. Con la respiración contenida ante cada movimiento judicial, Rajoy deja pasar el tiempo mientras sus barones septentrionales tratan de evitar que los silencios se interpreten como un signo de irrealidad, de locura quijotesca.