¿Ha llegado la hora de Rajoy? Es la gran pregunta tras la elevación de Soraya a los altares. A Rajoy le gustó ser vice de Aznar. Le encantó ser preferido a Rodrigo Rato. Siguió perrunamente las pautas aznaristas en la campaña del 2004, incluso entre el 11-M y el 14-M. Y aceptó a Acebes y Zaplana como ayudantes durante cuatro años. Porque el moderado y prudente Rajoy es un conservador biológico que convivió bien con el aznarismo .

Pero acusó el peso de la cruz al notar que cualquier centímetro hacia el centro era tapado con presteza por Acebes y Zaplana, dos máquinas eficaces pero dañadas por su papelón en marzo del 2004. Y eligió apostar por la unidad del PP (tampoco es un ucedista) rogando que Zapatero se la pegara. Casi acierta, pero mira por donde Cataluña y Euskadi son España. Y ZP sigue en la Moncloa.

Perdiendo, Rajoy ha subido más que el PSOE. Le rebotó que la derecha pepera, con el aliento de Aznar y de los capitanes generales mediáticos, le destinara al pelotón de los incapaces. Consultó con la almohada, con Elvira, oyó a sus íntimos de Génova y cogió el teléfono a los barones regionales: Francisco Camps (presidente de Valencia), Ramón Luis Valcárcel (de Murcia), Alberto Ruiz-Gallardón (alcalde de Madrid), Alberto Núñez Feijóo (líder de Galicia), Javier Arenas (de Andalucía), María Dolores de Cospedal (de Castilla-La Mancha). Todos moderados (más o menos) pero opuestos a la nueva deriva radical que intuían tras el golpe de mano de Esperanza Aguirre.

Y el martes 11 de marzo Rajoy cogió su fusil y disparó: "Yo sigo". En ciertos medios hubo sorpresa y malhumor, pero solo podían tragar. Y tres semanas después ha recurrido a Luis XIV y ha registrado: "El PP soy yo". Por eso evita cualquier candidato aznarista . Por eso no nombra a González Pons, algo imprevisible y con marca propia. No, Rajoy elige a una mujer de su total confianza que no tiene nada que ver con las familias del PP. Que llegó a buscar empleo a la Moncloa desde Valladolid y en autobús. Que tiene sólida formación como abogada del Estado. Y que es joven, 36 años. Y, valga la redundancia, mujer.

Soraya da otra imagen del PP, más abierta, menos instruida en aquellos camareros de Cañete. Es la María Teresa Fernández de la Vega de Rajoy pero más ligera de modisto. El PP de Rajoy empieza en Soraya. Que nadie se asuste. Es hombre de componendas y repartirá puros. Sabe que en el PP la unidad es el Ser. Pero no quiere más sombras. No más Aznar, no más Zaplanas, no más COPES o Pedrojotas. Ni más Roucos. Ahora manda. Y tendrá que demostrar que sabe. Tiene dos saltos de pértiga por delante. Uno, ya, en la investidura de Zapatero. El otro, en junio, el nuevo jefe de máquinas de Génova.