La dirección popular no quiere abordar en estos momentos una guerra con Esperanza Aguirre. Por eso, ha decidido fingir (al menos en las comparecencias de sus dirigentes) que no preocupa demasiado la tormenta desatada por la presidenta madrileña con su lapsus ante un micrófono que creía apagado, ni tampoco su deseo expreso y expresado en El Mundo de que Manuel Cobo, la mano derecha del alcalde Alberto Ruiz-Gallardón, quede marginado de las listas electorales del PP para las próximas municipales. De momento, el equipo de Mariano Rajoy se limita a mirar para otro lado y a recalcar, como recordó ayer la secretaria general, María Dolores de Cospedal, que las candidaturas, se pongan como se pongan los barones territoriales, han de contar con el visto bueno del líder del partido.

DE PUERTAS ADENTRO Pero una cosa es la estrategia que se han marcado los conservadores para afrontar, ante la opinión pública, este nuevo sobresalto, y otra bien diferente lo que opinan realmente: el entorno del presidente de los populares no oculta su profundo malestar por este nuevo episodio bélico entre la presidenta de la Comunidad de Madrid y el regidor de la capital. Especialmente, después de que el presidente del Partido Popular se viera obligado, hace apenas un par de meses, a dar un golpe sobre la mesa y advertir de que no permitiría más rifirrafes entre compañeros de partido.

Pero la voluntad de Rajoy ha sido nuevamente superada por la realidad, que termina imponiéndose: el pasado viernes, la presidenta de la Comunidad de Madrid cometió un error garrafal al pronunciar unas polemiquísimas palabras sobre Caja Madrid y un "hijoputa" de su propio partido al que, según admitió, había logrado quitar poder en la entidad financiera para cedérselo a Izquierda Unida. Aguirre no se percató de que un micrófono estaba recogiendo su singular discurso. La presidenta intentó aminorar el daño y salió a la palestra a aclarar que su insulto no era para Alberto Ruiz-Gallardón, sino para un consejero de la caja afín al alcalde. Y pidió perdón al aludido.

LA REACCION DE COBO El domingo, fue el vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, quien se ocupó de dar la réplica a la lideresa: "no quiero ni pensar lo que hubiera ocurrido si, lo que ha dicho Aguirre, lo hubiéramos dicho Gallardón o yo". Al fin y al cabo, el propio Cobo va a ser suspendido temporalmente de militancia por haber acusado a la presidenta madrileña, en otra entrevista, de hacer política con tics propios del nazismo.

No tardó mucho en contraatacar Aguirre, quien ayer mismo abogó por dejar a la mano derecha del alcalde fuera de las listas populares para las próximas elecciones municipales.

Y mientras tanto, Rajoy contempla el espectáculo desde la barrera y contiene la respiración para no tener que aplicar, in extremis, la mano dura con la que amenazó hace semanas. "Depende de Aguirre y de Gallardón", apuntaron desde el PP. Ayer, ambos optaron por callar.