Hubo un momento, justo al final de su discurso de ayer, cuando ya había anunciado importantes medidas de estímulo económico y contra la corrupción, en el que Mariano Rajoy dijo: "Los españoles hemos demostrado que merecemos que se nos ayude, no que se nos dirija". Al decir "españoles" hablaba de él mismo. Y al decir dirigir se refería al rescate total, que ahora, tras parecer inminente a finales del 2012, se ha alejado casi por completo. El presidente del Gobierno salió vivo de su primer debate del estado de la nación, y eso ya es mucho para el PP a la luz de los seis millones de parados y los diversos trapos sucios en su partido, pero aunque intentó trasladar la imagen de un nuevo dirigente, alguien que ya ha dejado la fase de los recortes y abre ahora una nueva etapa, la cita parlamentaria mostró que Rajoy es rehén de su pasado.

También Alfredo Pérez Rubalcaba. En el caso del primero, por las sospechas que se ciernen sobre él a raíz del caso de Luis Bárcenas, el extesorero del PP, cuyo nombre no pronunció. En el del segundo, por ser vicepresidente del último Ejecutivo socialista.

La tesis de Rajoy fue que la alternativa a la tijera era el abismo, pero que esta ya se había dejado en el cajón porque ahora, gracias a los "sacrificios" emprendidos, llegaba una nueva era en la que se recogerían los frutos sembrados, la economía crecería, el paro bajaría y él mismo podría cumplir con su programa electoral, que hasta ahora ha sido papel mojado. El presidente pidió un nuevo acto de fe, apoyado por el desvanecimiento del fantasma de la intervención, las iniciativas económicas (de importante calado, como el plan para combatir el desempleo juvenil) y la cifra que dio sobre el déficit público en el 2012. "Por debajo del 7%", dijo. Aunque no se ajusta a su compromiso con la UE (6,3% del PIB), sí le permite argumentar que ha cumplido en términos generales.

LA IMAGEN DE ESPAÑA Algo similar hizo hace algo más de tres semanas, cuando se publicaron los llamados papeles de Bárcenas, que recogían presuntos pagos en negro a él mismo y otros dirigentes conservadores. Entonces sostuvo que aquello era falso y que había que creerle. Otro acto de fe. Pero en esta ocasión, al hablar de corrupción, lo que pidió a los grupos del Congreso es que aparcaran el asunto porque es perjudicial para el país. "Una cosa es perseguir la corrupción por todos los medios, y otra muy distinta es sembrar la especie de que España es un país corrupto. Hablo de España, porque me preocupa su imagen", señaló durante un debate en el que Cataluña y su deriva soberanista no tuvo un papel principal.

Dijo que no se refería a "ningún caso particular", pero un paquete de medidas anticorrupción como el anunciado no sería explicable sin el descubrimiento de que Bárcenas llegó a tener 22 millones de euros en Suiza, intentó acogerse a la amnistía fiscal para blanquear una parte y pagó presuntamente comisiones ilegales a la cúpula del PP. Rajoy trató de desdibujar el escándalo con estas iniciativas, y Rubalcaba, que días antes había propuesto varias de ellas, respondió que las apoyaba tanto que quería que se aplicasen de forma "retroactiva".

Pero el líder socialista no quiso centrarse en los trapos sucios conservadores. Volvió a reclamar la dimisión de Rajoy: "¿Cree usted que se puede gobernar un país en crisis pendiente cada mañana de que al señor Bárcenas le entre un ataque de sinceridad?". Los partidos a la izquierda del PSOE fueron mucho más duros, reclamando al presidente elecciones anticipadas.

CON EL CIUDADANO Entre el malestar en las calles españolas y la presunta corrupción en el PP, Rubalcaba eligió lo primero. "Tiempo habrá", señalan en su entorno, de centrarse en Bárcenas. El jefe de la oposición, que se estrenaba en este debate, habló de sanidad, educación y derechos laborales para concluir que, tras 14 meses de Gobierno del PP, España es hoy "más injusta, más pobre y más inhumana". Y a todos sus argumentos le contestó Rajoy con el mismo: la herencia recibida. Ambos se vieron atrapados por su pasado, con la diferencia de que el socialista sí se distanció de él. "Reclamo mi derecho a rectificar", dijo.

Nadie lo hubiera dicho hace solo dos meses, pero Cataluña pasó casi de puntillas. Rajoy se limitó a recitar la Constitución y ofrecer diálogo, mientras que Rubalcaba renovó su apuesta por el federalismo y Josep Antoni Duran Lleida, portavoz de CiU, defendió la consulta independentista.