El pasado 11 de marzo, Mariano Rajoy convocó un comité ejecutivo del PP en el que confirmó su pretensión de seguir dirigiendo el partido. Es más, agregó que tenía la intención de ser nuevamente el candidato a la Moncloa en el 2012. Con esas claves, se puso a organizar el congreso del PP, que será en junio en Valencia y que llega con retraso, dado que tocaba en octubre pasado. Pero, transcurridos casi dos meses desde el 9-M, Rajoy ha asumido que renovar su cargo en ese cónclave solo le garantiza seguir presidiendo el PP una temporada.

Así, Mariano Rajoy responde a quien le pregunta ahora por esta cuestión que el pasado otoño pudo permitirse aplazar el congreso porque recibió el beneplácito de sus barones territoriales. Sin embargo, es consciente de que no contará con las mismas facilidades en un futuro próximo --ya ha recibido avisos en este sentido-- y que, sin remedio, tendrá que respetar la literalidad de los estatutos de su organización y cumplir con la cita congresual dentro de tres años, en vísperas de las generales.

En este contexto, el jefe de la oposición afronta el inicio de la legislatura sabedor de que si sus adversarios --a la vez que compañeros de filas-- no le tumban antes, tendrá que someterse a una segunda moción de confianza interna en el 2011 y, a continuación, conseguir que la junta directiva nacional del PP le elija a él, y no a otro o a otra, candidato a la presidencia del Gobierno.

Los dirigentes van a mirar con lupa los resultados electorales que, en los próximos meses, coseche su presidente. Según apuntan, tendrá mayor relevancia lo que ocurra en Galicia, tierra natal del jefe, donde prevén ganar.

Rajoy cree, no obstante, que las oportunidades de éxito del PP dependerán de la gestión que realice el PSOE y, especialmente, de que consigan permanecer unidos en tiempos de crisis.

Rajoy participó en un homenaje al diputado Rogelio Baón. Allí, ante la insistencia de los periodistas, admitió que el partido no está en un momento fácil, y demandó tranquilidad. A cambio, ofreció "sentido común" para resolver la crisis. Mientras, se dedica a rediseñar su partido: quiere reforzar a su nuevo secretario general (ya decidido, aunque el elegido lo ignora) recuperando las figuras de los vicesecretarios y del portavoz. Una de esas vicesecretarías podría ser para Manuel Pizarro y la portavocía, para González Pons.