La crisis económica y el acoso de los mercados a la deuda de los países está alterando de tal manera el transcurrir de la política española que ni hoy, siguiendo la tradición, comenzará literalmente el curso tras las vacaciones de verano (trastocadas por el adelanto de las elecciones generales), ni la precampaña, ya en marcha, será la misma después del acuerdo entre el PSOE y el PP para reformar la Constitución.

Esta última cuestión alterará la agenda de todos los partidos, incluidos los dos principales, aunque de forma diferente. En el PSOE, después de resolver lo urgente: el cambio de la Carta Magna para limitar en ella el déficit, confían en volver a ocuparse de lo importante: el 20-N. Los cuadros socialistas recibirán hoy todo tipo de explicaciones sobre la decisión del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, con el objeto de cerrar filas y dejar claro que quien manda ahora es el candidato, Alfredo Pérez Rubalcaba. Fuentes socialistas explicaron que el exministro espera que los mandos de su partido le ofrezcan un respaldo sin fisuras en las tres reuniones que se van a celebrar: con la ejecutiva federal, con los barones y con los parlamentarios.

A todos ellos se les explicará que el motivo de la reforma no es otro que el temor a que en septiembre la deuda sufra otro ataque parecido o más cruento que el vivido a principios de agosto. El presidente del Ejecutivo no compartió con su partido la dramática situación que atravesó la economía española en ese momento y optó, junto a su vicepresidenta, Elena Salgado, por reformar la Carta Magna sin pedir opinión a sus más estrechos colaboradores, como Rubalcaba o el presidente del grupo en el Congreso, José Antonio Alonso. SAPO A DESTIEMPO / Por ello, ambos no tuvieron tiempo de explicar a los suyos la necesidad de la modificación, que pilló con el pie cambiado a los parlamentarios y a las bases.

Estos no aceptaron tener que tragarse ese sapo antes de la cita electoral. Y menos aún después de haberse pronunciado abiertamente en contra de fijar el tope de déficit. Rubalcaba recondujo la situación e impuso que en la reforma no se incluyera la cifra del techo de gasto, en contra de la opinión de Salgado que, públicamente, concretó los números que debía recoger la Carta Magna. Finalmente, el PSOE y el PP apoyaron, sin cifras, la propuesta del candidato socialista.

Fuentes del partido sostienen que este ha salido reforzado al demostrar que no es un hombre de paja del presidente y que logra imponer sus tesis. Las mismas fuentes apuestan por que Zapatero será hoy el denostado, por la forma de comunicar la reforma, y Rubalcaba el agasajado, por su gestión. En la oficina del exvicepresidente se respira cierta satisfacción, pero admiten que algunas heridas no se cerrarán fácilmente, como pasará con los diputados de la corriente interna Izquierda Socialista. Estos, pese a sus críticas, votarán casi con toda seguridad a favor de la reforma. El único irreductible será Antonio Gutiérrez, aseguran.

Lo que sí reconocen los socialistas es que este tema ha perjudicado sus intentos por recuperar el voto de los afines al 15-M. Ayer mismo, los indignados organizaron las primeras manifestaciones en contra de la reforma, con la de Madrid como la más multitudinaria. En el PSOE esperan que el votante medio no les abandone salvo que los especuladores sigan con sus ataques.

Por el contrario, el PP no teme que un agravamiento de la economía perjudique a sus intereses. Sus votantes ya están movilizados y poco o nada les ha importado que su líder haya estado descansando tranquilamente en agosto durante el acoso a la deuda. Además, las diferencias internas en el PSOE por el cambio en la Constitución les servirá para ahondar en las críticas a la debilidad de su principal rival en las urnas el próximo noviembre.