Apareció el Rey en su tradicipnal discurso de Nochebuena sentado tras su mesa de trabajo en la Zarzuela y con un ejemplar de la Constitución a mano, como símbolo visual de la esencia de un mensaje que, pese a su extensión, bien se podría resumir en que la Carta Magna --y la generosidad, capacidad de cesión cuando toque y el diálogo entre políticos-- es a su juicio la solución, que no el problema, para poder afrontar el órdago soberanista de la Generalitat con el anuncio de la consulta en Cataluña, además de la desconfianza que ensombrece a las instituciones.

El caso es que la tradicional alocución navideña de Juan Carlos, que tocó varios temas de la actualidad, estuvo cuidada tanto en el fondo como en la forma. Valga como ejemplo la elección de la fotografía que acompañaba al Monarca: el retrato de la audiencia que mantuvo en octubre con los representantes de las víctimas después de que el Tribunal de Estrasburgo terminara con la doctrina Parot . Tuvo palabras para el colectivo de afectados por el terrorismo en un discurso que comenzó con un saludo para los más golpeados por la crisis económica y en el que hubo agradecimientos para los que se esfuerzan por emprender, así como para pensionistas y familias por garantizar soporte en estos tiempos.

Terminado este preámbulo social, entró en harina política: con el desafío soberanista de fondo (aunque no lo mencionó en ningún momento) y la corrupción dañando los pilares de la democracia, el Rey reclamó liderazgo político y de los llamados agentes sociales para, sin renunciar a las ideas, superar diferencias y llegar a pactos que faciliten reformas que garanticen el futuro de España, además de modernización y regeneración democrática.

"Es indiscutible que la crisis ha provocado desaliento en los ciudadanos y que la dificultad para alcanzar soluciones rápidas, así como los casos de falta de ejemplaridad en la vida pública, han afectado al prestigio de las instituciones", admitió el Rey, que dijo saber que los españoles reclaman por ello "un profundo cambio de actitud y un compromiso ético".

Hecho el diagnóstico, recetó "realismo", "esfuerzo" para convertir los indicios de recuperación en puestos de trabajo y garantías del "funcionamiento" del Estado de derecho para que las diferencias y controversias se resuelvan con arreglo a las reglas de juego "aprobadas por todos". "Y como siempre, debe haber generosidad para saber ceder cuando es preciso, para comprender las razones del otro y para hacer del diálogo el método prioritario de solución de los problemas colectivos", aseveró.

LA EXPERIENCIA Juan Carlos manifestó su deseo de continuar ejerciendo su mandato y aplicándose el cuento de las exigencias de transparencia que demanda la sociedad. Y es su experiencia vital, continuó, la que le permite defender que la Constitución del 78 es garantía de libertad, convivencia y reconocimiento de diversidad y el sentimiento de comunidad, ese que ya evocó el Príncipe y que su padre volvió a recordar en su mensaje navideño.