Dice el relato bíblico que Dios fabricó al hombre y a la mujer con arcilla. Ello será verdad para toda la especie humana, excepto para el hombre y la mujer que protagonizaron ayer la sesión de investidura de la Comunidad de Madrid. Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez están hechos de otra cosa.

Los dos tránsfugas escucharon durante hora y cuarto en el salón de plenos de la Asamblea madrileña cómo el socialista Rafael Simancas los vilipendiaba, tachándolos de corruptos y de golpistas.

CON ESTOICISMO

Pero a diferencia de Adán y Eva, que se desmoronaron ante la ira divina, Tamayo y Sáez soportaron estoicamente el chaparrón con una cara de palo que hubiera envidiado Buster Keaton, aquel actor cómico que pasó a la historia, precisamente, con el apodo de Cara de Palo .

Tamayo --con traje azul, camisa blanca, corbata roja-- exhibió en todo momento una inexpresividad facial casi arrogante y no cesó de tomar notas. Su compañera --con un vestido blanco, jersey rojo de cuello alto y mucho carmín en los pómulos-- parecía encontrarse en estado de trance, como si hubiese ingerido alguna pócima alucinógena. Sáez permaneció con las manos entrelazadas sobre la mesa, mirando al vacío, sin mover un sólo músculo. Tamayo era el rey de bastos. Su compañera no pasaba de patética ramita.

LOS DOS JUNTITOS

Unidos en destino, los dos traidores estaban juntitos en los escaños del Grupo Mixto, justo frente a la tribuna desde la que Simancas les lanzaba sus rayos de furia y les exigía la devolución de los escaños. A la derecha de Simancas se extendía la bancada del PP. A su izquierda, los escaños del PSOE e IU. Cuando el candidato acusaba al PP de estar detrás de la "conspiración", los conservadores reían a carcajadas y los socialistas contratacaban aplaudiendo a su jefe. Así todo el tiempo.

El presidente de la comunidad en funciones y flamante alcalde de Madrid, Alberto Ruiz- Gallardón, intentó mantener una serenidad obispal para transmitir la impresión de que él está por encima de querellas partidistas. Pero cuando Simancas cargó contra su gestión y le acusó de connivencia con los especuladores inmobiliarios, dio un respingo, frunció el ceño y empezó a garabatear en una libreta.

SILENCIO EN LAS TRIBUNAS

En las tribunas, unos 140 invitados --cada grupo político tenía un cupo-- siguió en silencio la sesión. Estaban, entre otros, Jesús Caldera y Trinidad Jiménez (nueva guardia del PSOE), y Rogelio Bahón (vieja guardia de los populares). La presidencia de la Asamblea rehusó informar quiénes eran los invitados de Tamayo y Sáez, si los había.

La Asamblea, situada en el popular distrito madrileño de Vallecas, era un hervidero. Un centenar de personas se manifestaban en el exterior con pancartas (favorables al PSOE, por supuesto) que censuraban el transfuguismo y reclamaban "respeto a la voluntad popular".

Tamayo y Sáez entraron en el hemiciclo un minuto antes del inicio de la sesión, en medio de un revuelo de cámaras. Varios de sus excompañeros de partido los recibieron en los pasillos con gritos de "sinvergüenzas" y "chorizos".

´TOCATA Y FUGA´

Hacia las 19.15 horas, apenas la presidenta de la Asamblea madrileña, Concepción Dancausa, levantó la sesión, los dos tránsfugas salieron disparados y lograron evadir el acoso de los periodistas introduciéndose en un ascensor interior que lleva al aparcamiento. Con esa tocata y fuga finalizó el primer asalto de la sesión de investidura, que se reinicia hoy con la intervención de Buster Tamayo.