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Sobrio, contenido, milimetrado. La inauguración del monumento a las víctimas de la masacre del 11-M unió la solemnidad del recuerdo de los ausentes con la cautela política. El diseño del acto consiguió que la crispación se alejara del bello cilindro de piezas de vidrio macizo, alzado junto a la estación de Atocha. Tres minutos de silencio, una corona de laurel con un sencillo lazo de la bandera española depositada por los Reyes, y el Cant dels Ocells, de Pau Casals, centraron el homenaje a los 192 asesinados, al cumplirse tres años del terrible atentado de Madrid.

SIN PUBLICO Sin apenas público, la estación fue testigo mudo de la emoción de unas 1.500 víctimas y del dolor compartido por miembros del Gobierno, altos cargos del Estado y numerosos políticos, en tregua por unos minutos. Diplomáticos de los 23 países a los que pertenecían las 51 víctimas extranjeras ocuparon un lugar destacado. A las doce del mediodía, los Reyes, los príncipes de Asturias, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero y su esposa, Sonsoles Espinosa, así como las restantes autoridades políticas del Estado, se situaron en unos pequeños pedestales recubiertos de enlutada moqueta gris para presidir la sencilla ceremonia. Al terminar, Juan Carlos, Sofía, Felipe y Letizia, acompañados por Zapatero, el alcalde Alberto Ruiz Gallardón y la ministra de Fomento, Magdalena Alvarez, descendieron hasta la sala situada bajo el cilindro. En ese entorno luminoso que mira hacia el cielo están escritos los nombres de los fallecidos y algunos de los miles de mensajes anotados por ciudadanos anónimos.

FRIALDAD En la despedida, el frío apretón de manos entre Zapatero y Rajoy no pasó desapercibido. Este dijo que ahora toca trabajar para que aquello no vuelva a ocurrir, y el portavoz socialista, Diego López Garrido, dijo que el juicio del 11-M demuestra la inutilidad de "absurdas conspiraciones". Y también hubo tensión cuando el eurodiputado del PP Alejo Vidal-Quadras y la diputada Isaura Navarro (IU) se cruzaron descalificaciones por el republicanismo que la parlamentaria no esconde.