Hay dos federaciones del PSOE, la madrileña y la valenciana, que hacen bueno el principio de que la política es un acto de equilibrio entre los que quieren entrar y aquellos que no quieren salir. José Luis Rodríguez Zapatero, consciente de ello, ha pedido al secretario de organización, José Blanco, que, para poner orden en ambos territorios, siga en el cargo al menos hasta el congreso que el PSOE celebrará en verano. La petición presidencial deja a Blanco prácticamente sin opciones de entrar en el Gobierno socialista que se constituirá el próximo abril. Zapatero aprovechó, este sábado, el comité federal del PSOE, para dejar claro que su hombre para pilotar el cambio que necesita el socialismo madrileño sigue siendo Tomás Gómez, que hace poco más de medio año que ocupa la secretaría general del Partido Socialista Madrileño (PSM), y que de manera discreta intenta sacar al partido de su tradicional endogamia y abrirlo a la sociedad.

Ante la cúpula socialista, el líder del PSOE quiso acallar algunas voces críticas que en el mismo cónclave cuestionaron en público los resultados obtenidos el 9-M en Madrid: el 39,4% de los votos y 15 diputados, cinco puntos y un escaño menos que en el 2004. Pero también son siete puntos más que en las últimas municipales y autonómicas.

MANIOBRA POLITICA Blanco y Gómez hablaron la semana pasada para analizar el resultado. Zapatero mantiene su confianza en Gómez porque, aunque Madrid sea un bastión del Partido Popular y de sus resortes económicos y mediáticos, los socialistas han iniciado una renovación interna y aspiran a cruzar la frontera del 40% de votos. Pero Gómez, con solo 40 años y que se convirtió en Parla en el alcalde más votado de España, no lo va a tener nada fácil.

El sector que lidera Rafael Simancas, su antecesor en el PSM y ahora diputado electo al Congreso, junto a dirigentes afines como la senadora Ruth Porta o el antiguo secretario de organización Antonio Romero, mantienen sus reticencias ante el liderazgo de Gómez. Además, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, sigue muy de cerca los movimientos del PSM, y de hecho intentó situar a uno de sus hombres de confianza, el diputado Antonio Hernando, como número dos de Gómez.

Por contra, Gómez cuenta con el apoyo de los principales alcaldes madrileños. Entre ellos, Pedro Castro, primer edil de Getafe y presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), y los de Aranjuez, Jesús Dionisio, y Alcorcón, Enrique Cascallana.

"LAS OXIDADAS PALANCAS" La situación en Valencia todavía es más compleja. De entrada porque, a diferencia de Madrid, la renovación todavía está pendiente. El exministro Jordi Sevilla, cuando anunció, dos días después del 9-M, que no optaría ni a la secretaría general del Partit Socialista del País Valencià (PSPV) ni a la candidatura a la Generalitat --puestos que siguen vacantes--, radiografió el estado de un partido que no levanta cabeza. "Reconozco que no he sido capaz de mover las oxidadas palancas internas del cambio", lamenta en su bloc personal.

La candidatura que encabezó la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, cayó dos puntos respecto al 2004, aunque consiguió mantener los 14 diputados.

Como en Madrid, también en Valencia los socialistas juegan en campo contrario. El PP controla la Generalitat, las diputaciones y los principales ayuntamientos. En ambos casos, y a diferencia de lo que sucede en otras comunidades, la derecha mediática ejerce una fuerte influencia social y los socialistas reconocen con impotencia que no consiguen que su mensaje llegue a la calle. A raíz de la dimisión, el pasado octubre, de Joan Ignasi Pla, una gestora encabezada por Joan Lerma y Leire Pajín dirige el PSPV. Pero, además de caras nuevas, se necesita, según afirman los mismos socialistas, un nuevo discurso. Admiten que no han explicado bien todo lo que el Gobierno de Zapatero ha invertido en la Comunidad Valenciana y que, en cambio, el PP ha conseguido que triunfe su discurso "victimista".