Rosa Lluch (Barcelona, 1969), hija del asesinado Ernest Lluch, supo la noticia del último atentado de ETA en su despacho de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona. Allí, donde prepara sus clases de historia medieval, leyó en un periódico digital que Ignacio Uria estaba gravemente herido. Más tarde, sus alumnos le confirmaron que el empresario vasco había fallecido. Esta es la primera vez que concede una entrevista a un medio de comunicación tras la muerte de su padre, el 21 de noviembre del 2000.

--¿Cómo ha encajado el asesinato de Ignacio Uria?

--Es un recordatorio. Cada vez que matan a alguien se te remueve todo. Pero creo que le afecta a todo el mundo, no solo a las víctimas. Sobre todo son duras las imágenes. Las fotos que se están viendo son innecesarias. La persona tiene derecho a morir en paz. Verlo tirado en el suelo... A mí me molestaba antes de que mataran a mi padre, y ahora me molesta más.

--El modus operandi fue similar al de su padre.

--Es el atentado fácil. Siempre pensamos en el que dispara, pero cuando mataron a mi padre fue muy duro aceptar el hecho de que alguien en una mesa decidiera: "Vamos a por Lluch". ¿Quién decide eso? Ignacio Uria no tenía escolta, como mi padre. Todos estos seguidores de ETA, ¿no ven que son una panda de cobardes?

--¿Y las reacciones políticas?

--No entiendo cómo EA y ANV pudieron gobernar juntos en Azpeitia hasta ayer. Matan a uno de los suyos y salen del gobierno. No, señores, sus socios eran igual de malos o de buenos antes de ayer que lo son hoy. Yo no sé cuál es la solución del conflicto en Euskadi, pero pasa porque todos los partidos democráticos trabajen juntos.

--¿Por qué no ha hablado en público antes?

--Si yo hablo, lo hago como la hija de Ernest Lluch y es muy duro hacer hablar a un muerto. A mi padre ya lo han hecho hablar varias veces. Con la ley de partidos, dijeron que él estaría de acuerdo. Yo no lo sé. Podemos suponer muchas cosas, pero mi padre dejó de pensar el día que lo asesinaron. Por otro lado, soy profesora, tengo mi trabajo y no me gustaría ser solo víctima toda mi vida. Si lo hiciera, me habrían ganado. A mi padre lo mataron, pero a mí no.

--¿Hay gente que es solo víctima?

--Yo no soy quien para criticar a nadie. Muchas víctimas hacen lo que pueden. Creo que tienen que ser escuchadas. Han sufrido mucho, pero no deben tener un papel dirigente. Las víctimas deberían dar un paso atrás y ser discretas en momentos claves. Tienen la desgracia de sufrir en primera persona el conflicto, pero ello no las convierte en especialistas. Para entender un problema, hay que ser objetivos y las víctimas no lo somos. No se puede actuar desde lo visceral. El odio no te deja pensar.

--¿Cómo se puede gestionar el dolor tras un atentado?

--No lo sé. Pienso que cada víctima es un mundo. Aunque el dolor personal sea el mismo, las circunstancias de unas víctimas u otras pueden ser muy distintas. No es lo mismo ser víctima en Euskadi que en Cataluña, y mucho menos siendo hija de Ernest Lluch. Nosotros tuvimos el apoyo de todo el mundo. Allí, puede ocurrir que tu vecino de escalera se alegre de lo que ha pasado o que te miren mal. Nosotros nunca hemos sentido rechazo. Yo puedo vivir sin pensar cada día que soy una víctima. Allí debe ser más difícil conseguirlo.

--¿Qué opina sobre las asociaciones de víctimas?

--No tengo nada en contra de ellas, pero tampoco participo en ninguna. Le preguntamos una vez a mi padre que si debíamos entrar en alguna asociación en caso de que lo llegaran a matar. Nos respondió: "Ni se os ocurra".

--Entonces, eran muy conscientes de la posibilidad de un atentado.

--Sí, claro. Sobre todo tras el asesinato el 29 de julio del 2000 de Juan Mari Jáuregui exgobernador de Guipúzcoa. Ambos defendían lo mismo. Mi padre dudó en ir o no a Donosti el último verano. Yo le dije que se fuera, que en Donosti no lo matarían. Y así fue.

--¿Siente odio?

--No. Nunca lo he sentido. Para mí el odio no es un sentimiento válido. Lo que sí he sentido es desprecio. En realidad, me dan pena.

--¿Pena?

--En las últimas detenciones de etarras veo que son muy jóvenes. Esta gente no puede saber realmente lo que hace. Nadie les ha enseñado a pensar o no les han dejado. No hay nada más triste que no pensar.