Hay cosas que sorprenden. Por ejemplo, que justo en el momento en que Alfredo Pérez Rubalcaba era ascendido a hombre fuerte del Gobierno, algunos de sus compañeros se desmandaran, rompieran el férreo silencio que el mismo vicepresidente había logrado imponer desde Interior, y se pusieran a alardear de que el fin de ETA está a la vuelta de la esquina. Así que, después de tanto esfuerzo por minimizar las reflexiones de la izquierda aberzale, unas simples declaraciones --hechas, eso sí, por personas relevantes--, han venido a dinamitar las esclusas construidas por años de "no nos creemos nada hasta que se disuelvan", y han provocado tal inundación de informaciones y posicionamientos políticos que al vicepresidente le va a costar reencauzar el asunto ahora.

Sobre todo, porque la efervescencia informativa de estos días vuelve a demostrar lo difícil que es contener las ganas de la inmensa mayoría de ciudadanos de que ETA desaparezca, y la facilidad con la que se aferran esos mismos ciudadanos al primer síntoma de esperanza que se les presenta, pese a que la banda terrorista ha frustrado, una tras otra, todas las ocasiones que se le han ofrecido para abandonar las armas.

En esta ocasión, la esperanza surge de la reflexión de la izquierda aberzale que, tras el fracaso del proceso de paz del 2006, y asfixiada política y socialmente, ha llegado a la conclusión de que la violencia es un obstáculo para sus objetivos políticos y está pidiendo a ETA una tregua "unilateral, permanente y verificable internacionalmente".

Aunque esa exigencia solo ha sido respondida con el anuncio de un "cese de las acciones ofensivas", que no convence ni a los suyos, cabe recordar que hace más de un año que los etarras no atentan, y que entre la persecución policial, que les ha resquebrajado su capacidad operativa, y la presión de su rama política, no parecen tener muchas más alternativas que la disolución.

Los portavoces de Batasuna no paran de anunciarlo: habrá un comunicado de cese incondicional. Ellos lo necesitan como agua de mayo para volver a la legalidad y presentarse a las municipales del 2011. El revuelo informativo de los últimos días ha llevado estas aspiraciones a las primeras páginas, pero ha desbarajustado la estrategia de Rubalcaba, que mantiene erre que erre que esta vez no se va a creer nada, aunque el propio Zapatero dijera que los pasos de la izquierda aberzale, aun siendo insuficientes, "no serán en balde".

Pero, sobre todo, este barullo ha permitido al PP volver a colocar todas las baterías apuntando al Gobierno para impedir que el fin de ETA se convierta en un triunfo de Zapatero, confundiendo, otra vez, lo fundamental --que ETA desaparezca-- con lo accesorio --quién ganará después las elecciones--.