Sobre el debate del día anterior, en el que Mariano Rajoy salió más fuerte de lo que entró, dijo ayer Alfredo Pérez Rubalcaba que su objetivo era explicar que hay dos formas de salir de la crisis, la suya y la del PP, y que él, al menos, había logrado transmitir cuál es su vía. Por eso, continuó, porque el líder del PP no explicó en qué consistía su programa y se refugió en generalidades y obviedades, él debe explicar sus propuestas y también las de los populares. Es decir, hacer dos campañas al mismo tiempo.

El candidato socialista lo dijo en Toledo y lo dijo bajo la condición de que no se le citase directamente. Pero lo que dijo, entre otras cosas, fue esto: que nada de lo que hizo en el debate fue improvisado. Pese a la sorpresa, fue perfectamente consciente de que, con frases como "usted va a acabar con el seguro de desempleo", estaba dando por hecho que Rajoy iba a llegar a la Moncloa el 20 de noviembre. Pero no explicó por qué lo había hecho.

En ningún momento sostuvo que había ganado él. Quizá porque, como había dicho por la mañana en su acto en Talavera de la Reina, "ganar o perder el debate" es menos "importante" que trasladar "a millones de españoles" su mensaje de que es posible salir de la crisis "sin dejar a nadie atrás". Pero también porque, según reconocen dirigentes socialistas, no salir estrepitosamente derrotado de la cita es, en sí mismo, un resultado no del todo malo cuando una encuesta tras otra otorga una mayoría absoluta abrumadora al PP, cuando hay cinco millones de parados y cuando las noticias --una prima de riesgo disparada, una reforma constitucional polé- mica y la crisis de Grecia-- no han sido favorables al candidato.

De hecho, según el PSOE, es un buen resultado, porque si el CIS dice que la distancia en intención de voto del PP y PSOE es 17 puntos, y Rajoy ganó en el duelo por la mínima, eso significa que al electorado tradicional socialista le convenció su intervención, porque "un votante del Partido Popular nunca dirá que ganó Rubalcaba".