El Ministerio del Interior ha detectado que entre los presos etarras cunde el malestar por la forma en que la actual dirección de la banda ha gestionado el alto el fuego, así como por su decisión de romperlo. Según fuentes de Instituciones Penitenciarias, que controla las comunicaciones de los reclusos etarras, muchos están irritados porque saben que la cúpula de la banda no les situó entre sus prioridades en la negociación con el Gobierno, pese a que ellos consideraban que esta era la oportunidad definitiva para mejorar su situación. Su voz cada vez es menos escuchada por ETA, mientras su futuro se va oscureciendo.

La mayoría de los etarras entre rejas veía con buenos ojos el inicio del proceso, según la opinión pulsada por las cárceles al inicio del alto el fuego. Sobre todo los que llevan muchos años cumpliendo condena, quienes confiaban en que, por fin, su situación diera un vuelco. Y tenían datos sólidos para pensarlo. En la anterior tregua, el Gobierno de José María Aznar acercó reclusos a Euskadi y les concedió beneficios penitenciarios. Sin embargo, el reciente alto el fuego no les ha reportado ninguna ventaja, en parte porque ETA se olvidó de ellos.

LA DEMAGOGIA La propia directora de Prisiones, Mercedes Gallizo, lo reconoció en agosto. "Aunque se haga muchísima demagogia sobre los presos y el interés que tiene la banda", ETA "considera absolutamente secundario, por no decir casi irrelevante, lo que les pase a las personas que están cumpliendo condena (...) ETA no contó con los presos en el proceso, y muchos de ellos se sienten ninguneados", aseguró Gallizo a Europa Press.

Solo hay una excepción a esta afirmación: Iñaki de Juana Chaos, que si bien inició su huelga de hambre sin permiso de la banda, forzó la situación de tal forma que su traslado a Euskadi formó parte de las conversaciones entre ETA y el Gobierno.

Pese al amplio malestar detectado por los funcionarios de prisiones, ningún recluso ha dado un paso al frente para criticar abiertamente a los jefes etarras. Es lógico que ningún preso se haya atrevido a expresar esta indignación, pues hacerlo acarrearía su expulsión de la banda y un completo aislamiento.

El Ejecutivo, en todo caso, confía en el enojo en las cárceles para abrir una brecha en el entorno de la organización terrorista, según fuentes gubernamentales. Interior es consciente de que la derrota de ETA no se logra solo policialmente, y que es crucial debilitar al colectivo de presos. De hecho, pese a que la izquierda aberzale sigue organizando actos a favor de los reclusos, cada vez son menos numerosos. Los presos y los colectivos de apoyo han perdido parte de su antiguo protagonismo.

De estar en primera línea, han pasado a ser los olvidados. Ya no se les reconoce como referente, cuando durante décadas han sido una voz aberzale autorizada para analizar la coyuntura política. Si las movilizaciones no se han desplomado totalmente es por el compromiso adquirido por los familiares, que no se resignan a que no haya más alternativa que esperar decenas de años a que sus allegados recuperen la libertad. Pero si en tiempos recientes estos llamamientos eran secundados por centenares o miles de personas, ahora no hay suficientes voluntarios para portar todas las fotos de presos.

Pedir la amnistía es una de las pocas reivindicaciones que aún aglutina al mundo de Batasuna. Pero en la práctica parece que los reclusos hayan dejado de importar. Ni siquiera Arnaldo Otegi o Juan Mari Olano, ambos recientemente encarcelados, han merecido campañas de apoyo.