Federico Trillo entregó a las madres cadáveres que estaban confundidos. Aznar, como siempre, se indignó con los que no estaban de acuerdo. Dijo: "¡Dejad en paz a los muertos!" Y los muertos estaban barajados. Tenían prisa por enterrar sus propias responsabilidades. Todavía suenan aquellas obscenas declaraciones del ministro de Defensa: "si pudiera devolverles la vida, no dudaría en dimitir".

Faltaría más. Ahora, entregando su acta de diputado, puede devolver a los soldados fallecidos la dignidad arrebatada. Pero Federico Trillo vive en un universo, el del PP, en que sólo se sabe conjugar el verbo dimitir referido siempre al enemigo.

*Periodista.