José Luis Rodríguez Zapatero tuvo que pasar ayer un trago amargo en su primer despacho veraniego con el Rey. La cena posterior, a la que se sumaron la Reina y la esposa del presidente, Sonsoles Espinosa, incluía un plato por el que Zapatero no siente la menor debilidad, según él mismo ha confesado en alguna ocasión: el salmón. Ahumado, pero salmón, al fin y al cabo.

Aunque eso no significó, ni mucho menos, que los huéspedes del palacio de Marivent pasaran hambre: hubo además filete de lenguado meuni¨re , tomatitos rellenos de aceitunas negras y anchoas, pastel de arroz tres delicias con sitaque (una especie de seta mallorquina) y para poner punto y final, meloncitos rellenos de fruta y helado. Todo bien rociado con un somontano blanco Clairon 2000 y un rioja tinto Roda I, cosecha del 2000.

Zapatero y su mujer llegaron a Marivent hacia las 19.50 horas a bordo de un helicóptero procedentes de Mahón, donde pasan sus vacaciones desde el pasado día 4. Sonsoles, vestida de blanco, fue transportada en coche desde el pequeño helipuerto hasta una entrada del palacio oculta a la prensa. El presidente subió a pie hasta la entrada principal, donde lo recibió el Rey con una sonrisa amplia y un efusivo apretón de manos.

Pese al calor y el ambiente veraniego, Zapatero acudió a la cita muy formal, de traje azul, corbata del mismo color con lunares de colores y camisa blanca. Según una fuente de la Moncloa, había un motivo para tan estricta indumentaria: el presidente quería con ella enfatizar el respeto que siente el Gobierno socialista por la Corona. Aunque ni el terno ni la formalidad impidieron a los asistentes notar que el presidente está muy bronceado. A pesar de que asegura que no ha tomado el sol más de un día.