Pedro Sánchez ha anunciado este sábado, durante el comité federal de los socialistas, que el PSOE someterá a una votación de los militantes su hipotético acuerdo para alcanzar el Gobierno. Su iniciativa, todo un órdago, pretende liberarse del control de los líderes territoriales más relevantes del partido, que mantienen su desconfianza hacia el secretario general y recelan de un acuerdo con Podemos al que si no se suma Ciudadanos, como parece probable, necesitaría la abstención del independentismo catalán.

“Las negociaciones serán en abierto. Y si hay una solución, tendrá todas las garantías posibles y será ratificado por el comité federal. También os digo que haremos una consulta a las bases del PSOE”, ha señalado Sánchez, que considera que los militantes socialistas, tradicionalmente más de izquierdas que sus mandos, bendecirán un acuerdo que comenzará a explorar la semana que viene, si el Rey le propone como candidato a la investidura.

LOS RECELOS

En cambio, los líderes territoriales más relevantes (de la andaluza Susana Díaz al extremeño Guillermo Fernández Vara, pasando por el asturiano Javier Fernández) piensan ya en la repetición de elecciones. No aprueban un Gobierno de coalición como el que propone Pablo Iglesias, líder de Podemos, y señalan que en cualquier caso Sánchez no podría ser presidente si es gracias a la abstención de ERC y Democràcia i Llibertat. La única manera de desterrar esta posibilidad pasa por un acuerdo con Ciudadanos, que hasta ahora ha dejado claro que no quiere al partido morado como compañero de viaje.

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Sánchez, obviando al independentismo, ha intentado tranquilizar a sus barones. Tras señalar que buscará una alianza a “izquierda y derecha” (es decir, con Podemos y Ciudadanos), ha explicado: “No voy a ser presidente a cualquier precio, pero tampoco estoy dispuesto a que los españoles paguen el precio de 4 años más de derecha en las instituciones. No ambiciono un sillón, sino unos ideales. Lo último que me preocupa es mi futuro. Lo que me preocupa es la situación de los españoles”.

UN FUTURO COMPLICADO

Pero su futuro se presenta complicado si no alcanza la Moncloa. Sánchez quería celebrar el congreso que elegirá a la nueva dirección en junio y los barones le han torcido el brazo. Querían que fuese en abril, al considerar que junio, momento elegido por Sánchez y su núcleo duro, imposibilitaría la celebración del cónclave si se repiten elecciones. Con lo cual, el actual secretario general volvería a ser el candidato sin haber sido elegido por las bases. Pero finalmente los militantes votarán a su nuevo líder el 8 de mayo, quien sería también el candidato si hay nuevos comicios. Sánchez ya ha dejado claro que quiere repetir. Mientras tanto, las miradas se dirigen a la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, que ha estado muy presente en el pulso sobre la fecha del congreso.

“Os pido que de aquí salgamos como lo que somos. Que demostremos a la gente que el PSOE es uno, que el PSOE no elude sus responsabilidades”, ha dicho Sánchez a los líderes territoriales.

La mayor parte de su intervención en el comité federal, sin embargo, ha estado centrada en atacar a Mariano Rajoy. “Quiero decirle que abandone toda esperanza. El PSOE no va a indultarlo. El PSOE votará en contra de su investidura”, ha explicado antes de detenerse en los casos de corrupción que afectan al PP. A su juicio, para “regenerar la vida política” es necesario que los populares “vayan a la oposición”.

Podemos también ha recibido críticas por su oferta de un Gobierno de coalición en el que Sánchez sería presidente, Iglesias vicepresidente y el partido morado controlaría en torno a cinco potentes ministerios. “Hemos visto malos ejemplos de vieja política, con partidos pendientes de los sillones en el gobierno y de los grupos parlamentarios. No vamos a hablar de sillones, sino de políticas, de cómo resolver los problemas de los ciudadanos”, ha señalado. “He sido víctima de arrogancia y desplantes. He respondido con respeto. En esto también somos distintos”, ha concluido el secretario general, en referencia a la oferta de Podemos. Y aquí, como en todo su discurso, también ha habido un mensaje interno: los líderes territoriales le habían acusado de “demasiado blando” con Iglesias.