Pedro Sánchez defiende desde Nueva York la necesidad de impulsar una "política de esperanza" que sea capaz de empatizar con los ciudadanos para hacer frente a los discursos del miedo que enarbolan líderes populistas como los presidentes de Estados Unidos y Brasil, Donald Trump y Jair Bolsonaro. Sin nombrarles directamente, el jefe del Ejecutivo español se ha situado como antagonista a esa narrativa aislacionista.

En un acto de la Fundación Bill y Melinda Gates, Sánchez ha apostado por una política que conecte con los ciudadanos en lugar de alimentar el repliegue identitario. "Tenemos que ser claros y decir a la gente que la política debe dar esperanza, soluciones constructivas. Si damos si damos esperanza en vez de emociones negativas creo que la gente incrementará la confianza en la política", ha planteado.

Tras escuchar los discursos de Trump y Bolsonaro en la Asamblea General de la ONU este martes, Sánchez ha rechazado la política del aislamiento que apuesta por la fuerza y el poder como mecanismos para afrontar los retos globales. Ante un auditorio entregado, Sánchez ha defendido los valores de la Revolución Francesa y ha lamentado que en la política actual se den por obvios la libertad y la igualdad pero se tienda a olvidar la fraternidad. "Nos olvidamos que hoy en día el valor principal es la fraternidad. Tenemos que ser más empáticos y defenderla", ha planteado, para garantizar el futuro del planeta.

Aplaudido por tener un Gobierno formado por un 65% de mujeres, Sánchez ha presumido de que, además, ocupen carteras de peso. "Soy un político feminista", ha asegurado.

EL BLOQUEO

En una entrevista en el Washington Post, Sánchez señala a la oposición de la repetición electoral. “Si usas el sistema multipartidista para bloquear la formación del gobierno, eso es dañar a la democracia”, afirma. Aún así, defiende que las elecciones del 10-N son una “gran oportunidad” para superar ese bloqueo.

El presidente en funciones también critica el “carácter antidemocrático” de los separatistas en Catalunya y relaciona sus demandas de independencia con los “movimientos reaccionarios” que proliferan en Europa desde la crisis del 2008.