Pedro Sánchez ha tratado de reducir al máximo su dependencia de ERC desde que llegó a la Moncloa, convencido de que las tensiones en el mundo independentista podrían volatilizar el apoyo de los republicanos y que, llegado el momento de elegir, Oriol Junqueras priorizaría ganar la partida a JxCat que sostener al Gobierno en Madrid. Ahora, una pandemia sin precedentes y el giro estratégico de Ciudadanos tras su debacle electoral en noviembre permiten a Sánchez acariciar la posibilidad de alejarse de una relación controvertida.

El primer paso del nuevo camino se fraguó la semana pasada, cuando Cs acudió al rescate del Gobierno apoyando la cuarta prórroga del estado de alarma, mientras Esquerra pasó de la abstención al voto en contra. La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, ponía en valor diez diputados que podrían haber sido irrelevantes. Y Sánchez lograba depender menos de los 13 parlamentarios republicanos. Aunque el PSOE y Cs hablaron de pactos puntuales, ambos líderes quedaron en comunicarse periódicamente y se dieron cita para ayer.

El Ejecutivo aspira a un noviazgo largo, aunque sin abandonar a otros aliados. «Nuestra vocación es ampliar y consolidar la mayoría que tenemos, e invitar a otras formaciones políticas», afirmó la portavoz, María Jesús Montero.

Fuentes oficiales de la Moncloa y de Cs coincidieron en que la charla de ayer entre Sánchez y Arrimadas fue «cordial». La secretaria de Estado dijo que Arrimadas está dispuesta a cerrar «acuerdos futuros» que permitan contribuir a la «reconstrucción económica y social». En la formación naranja no fueron tan lejos: subrayaron que serán «exigentes» y concretaron que, por ahora, quieren pactar «medidas que permitan superar la crisis sanitaria y faciliten la desescalada», informa Pilar Santos.

Es pronto para determinar si este es un punto de inflexión en las alianzas del Gobierno y que, si el cambio prospera, deberá verse en la gran prueba que el Ejecutivo tiene ante sí: los Presupuestos Generales del Estado.