Pedro Sánchez ha contestado este martes desde Berlín al ‘president’ de la Generalitat, Quim Torra, que el día anterior apostó por crear “otro 1 de octubre”. El jefe del Ejecutivo ha continuado con el tono dialogante desplegado desde su llegada a la Moncloa, pero ha dejado claro, tras su reunión con la canciller alemana, Angela Merkel, que no piensa permitir un referéndum sobre la autodeterminación de Catalunya.

“El Gobierno de España está dispuesto a dialogar y a normalizar las relaciones con el gobierno de Catalunya. En los márgenes de la Constitución podemos hablar de muchas cosas. Pero lo que representó el 1 de octubre es una página que hay que pasar y a partir de ahí tener un tono constructivo”, ha dicho Sánchez, que se reunirá con Torra el próximo 9 de julio, en el edificio de la

Cancillería alemana.

Esta es la tercera visita internacional de Sánchez como presidente del Gobierno, tras su encuentro el sábado en París con su homólogo francés, Emmanuel Macron, y la cumbre informal celebrada al día siguiente por varios estados miembros de la UE en Bruselas. Todas las reuniones han tenido la inmigración como principal asunto, casi el único, un problema en el que España se colocó en el centro del debate con la decisión del Ejecutivo de acoger al barco ‘Aquarius’, con más de 600 personas a bordo, la inmensa mayoría subsaharianos, que Italia no dejaba atracar en sus puertos.

Sánchez se encuentra aquí alineado con Francia y Alemania, que defienden la necesidad de blindar las fronteras exteriores ampliando el control por parte de Frontex (la agencia comunitaria destinada a estas funciones), llegar a más acuerdos con terceros países y crear centros donde retener a los inmigrantes y estudiar sus solicitudes de asilo.

Sánchez puede abordar el problema desde una posición de tranquilidad. La iniciativa sobre el ‘Aquarius’ ha sido bien acogida por la sociedad española. A Merkel le ocurre lo contrario. La cancillera alemana pasa por uno de sus momentos más delicados, después del ultimátum de los conservadores bávaros de la CSU, que forman parte de su Gobierno y son partidarios de soluciones drásticas al estilo de Italia. La CSU ha dado a Merkel dos semanas de plazo, que se cumplen a principios de julio, para que pacte con los socios de la UE fórmulas más estrictas frente a la inmigración.

De no lograrlo, el ministro del Interior, el bávaro Horst Seehofer, ha amenazado con cerrar las fronteras de Alemania, que en los dos últimos años recibió cerca de un millón de solicitudes de asilo. La iniciativa, de llevarse a cabo, supondría la ruptura entre la CDU, el partido de Merkel, y la CSU, aliados desde hace décadas.