Desde que Pedro Sánchez convocó las elecciones, el pasado febrero, situó como objetivo prioritario no ceder a una coalición con Pablo Iglesias y no volver a depender de los partidos independentistas. Nueve meses después, sin embargo, en pos de deshacer un bloqueo que ha enervado a la opinión pública, ha asumido ambas realidades. Y muy rápido. Solo dos días después de las generales cerró el preacuerdo con Unidas Podemos y, ahora, su equipo pone todo el empeño en allanar la abstención de ERC, indispensable para salvar la investidura.

Después de varios meses con mensajes especialmente duros hacia el mundo soberanista, Sánchez dulcifica su discurso, en un guiño para conseguir el imprescindible aval de los republicanos. Admite que en Cataluña existe una «crisis política», «promete diálogo», y aparca la reforma para tipificar penalmente los referéndums ilegales. ERC sigue en el no, porque quiere garantías de que el diálogo va a ser efectivo, pero deja la puerta abierta para seguir negociando.

Los puentes entre PSOE y ERC no se han llegado a quemar nunca, a pesar de que el clima de incendio en Cataluña tras la reacción independentista a la sentencia del procés. Los mensajes de Sánchez, sumergido en la campaña del 10-N, tampoco ayudaban. Esa interlocución parece remar a favor de la posibilidad de que se alcance un acuerdo para salvar la investidura, un camino que ambas formaciones quieren transitar con cautela y discreción.

Ayer, el portavoz parlamentario de ERC, Gabriel Rufián, se reunió con su homóloga en el PSOE, Adriana Lastra, para transmitirle que, si bien en julio pudieron abstenerse en un ejercicio de generosidad, ahora el contexto es más complicado. Los republicanos reclaman garantías de que habrá un diálogo efectivo, real para poder avalar a Sánchez en la investidura que los socialistas quieren celebrar antes de Navidad. En un comunicado, tras el encuentro, alegaron que siguen en el no porque no ven indicio alguno de que el Estado abandone la «vía de la represión». Según fuentes conocedoras de la conversación, Lastra se comprometió a trasladar esa posición a Sánchez, y quedaron en seguir hablando.

Guante de seda / A la misma hora que se producía la reunión entre portavoces en el Congreso, Sánchez mantenía un encuentro en la Moncloa con el presidente electo del Consejo Europeo, Charles Michel. Inmediatamente después, abordó una comparecencia de prensa sin demasiados detalles de cómo había ido la conversación en el Parlamento. Aún así, Sánchez utilizó guante de seda. Abandonó el tono duro que defendía desde septiembre, y pareció querer allanar la negociación con ERC.

El presidente se refirió al problema catalán como una «crisis política», un concepto que había desterrado durante la campaña, cuando solo hablaba de «un problema de convivencia». Además, aparcó la propuesta lanzada hace solo semana y media, para reformar el Código Penal para recuperar el delito de referéndum ilegal. Pidió generosidad y trató colocar a ERC en una encrucijada. «El PSOE y Podemos somos las dos únicas organizaciones a nivel nacional que apuestan por el diálogo dentro de la Constitución para resolver la crisis política en Cataluña. Somos las únicas formaciones que aspiramos a superar esta crisis con el diálogo. Aquellos que se oponen a este gobierno progresista, el único posible, nos tendrán que explicar qué alternativa proponen, qué gobierno quieren», señaló.

El vicepresidente catalán, Pere Aragonès, le había reclamado poco antes una mesa de partidos estatales para el diálogo y volver al espíritu de la declaración de Pedralbes, que Gobierno y Generalitat firmaron el pasado diciembre, en la que suscriben que hay un «conflicto político» que hay que encauzar con diálogo. Aunque señaló que hay que «activar» una mesa de ese tipo que ya está creada en el Parlament, Sánchez no cerró la puerta a esas dos peticiones. Y, aviso a navegantes, la presidenta de la Diputación de Barcelona, Nuria Marín, apuntó que aquel texto sería un buen «punto de partida».

Mientras, Adriana Lastra sigue manteniendo encuentros con el resto de formaciones para recabar su apoyo a la investidura. El PSOE no ha invitado ni a EH Bildu, que tiene 5 diputados, ni a la CUP, que tiene 2.